miércoles, 16 de noviembre de 2011

Hallando a los Cornelios del Siglo XXI

Las oraciones que Cornelio hacía, y las limosnas que daba, eran tomadas en cuenta por Dios. Cornelio era un hombre piadoso y temeroso de Dios con toda su casa.

Según la perspectiva de Pedro, de los cristianos de Jerusalén y de los judíos, una persona como este centurión romano no era digna de ser tomada en cuenta por Dios. Esto se aprecia en la exclamación de Pedro: "En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas". Lo cual deja ver que antes de ir a casa de Cornelio y ser testigo de lo que Dios hizo con éste y con sus parientes y amigos más íntimos, Pedro creía que Dios sí hacía acepción de personas, osea, que Dios tiene prefería a unos por encima de otros.

Hace 15 años, diciembre de 1996 para ser exactos, tuve la oportunidad y el privilegio dado por Dios de conocer a un grupo de Católicos Romanos Carismáticos en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Me invitaron a darles estudios bíblicos por las noches de 9 a 12, tres días a la semana en hogares. La primera noche que fui me recibieron cálidamente con la expresión "buenas noches, hermano". Como evangélico que era, sentí raro y hasta cierto punto feo, porque se me había enseñado a decir "hermano" sólo a los miembros de iglesias evangélicas. Sin embargo, esa noche disimulé muy bien mi molestia, y Dios me dio gracia delante de las 14 personas ahí congregadas.

Durante dos meses a razón de tres o hasta cuatro reuniones por semana, y como resultado de este ministerio que Dios me dio, bauticé a 14 personas en un afluente del Río Grijalva. Hoy, varios de ellos siguen en la vida cristiana, y el líder de aquél grupo es pastor de una iglesia evangélica en esta ciudad.

En septiembre de este 2011 Dios me abrió una puerta similar a aquella. Esta vez es a través de un primo mío que estuvo enfermo de cáncer de próstata, quien estuvo buscándome y procurándome hasta que pude visitarlo en su hogar, escucharlo y orar por él.

Dios, en su gracia, quiso restablecer su salud, y agradecido con Dios y conmigo, convocó a su familia nuclear y extendida (cerca de 40 personas) para que yo les compartiera la Palabra de Dios. Estaban allí tíos, primos y sobrinos míos, cuatro generaciones allí presentes. Todos ellos Católicos Romanos de la Renovación Carismática.

A la fecha, noviembre de 2011, Dios me ha dado el privilegio de ir dos veces a su casa en una ciudad cercana a donde yo vivo (50 minutos), y es sorprendente y maravillosa el hambre y la expectación que tienen por recibir la enseñanza de la Palabra del Señor. La segunda vez no hubo solamente familiares, sino que algunos de ellos llevaron a amigos suyos.

Al igual que Pedro, yo reconozco que "en todo lugar Dios se agrada del que le teme y hace justicia". Con estas dos experiencias, tengo que aceptar que hay más gente dispuesta y abierta a abrir las puertas de sus hogares para que alguien vaya y les enseñe la Palabra de Dios, que cristianos evangélicos dispuestos y disponibles a salir de sus templos e ir a donde están aquellos que, aunque son piadosos y temerosos de Dios, no conocen a Jesucristo como su Señor y Salvador.

Cornelio se convirtió a Cristo, pero Pedro se convirtió a los gentiles. Aquellos católicos romanos carismáticos se convirtieron a Cristo y yo dejé de ser aquél evangélico farisaico que me creía depositario del mensaje de salvación a fin de resguardarlo. Hoy, voy, convivo, les comparto las Sagradas Escrituras, como o ceno con ellos, pero sobre todo, estamos compartiendo nuestras vidas en ambas vías. Ellos aprenden de mí, y yo de ellos, pero todos aprendemos de la Palabra de Dios.

¿Podemos acaso impedir que reciban a Jesucristo como su Salvador y Señor , y así reciban al Espíritu Santo sólo porque no están yendo a un templo evangélico y las reuniones no sean como los típicos cultos evangélicos, sino más bien una reunión familiar informal y relacional donde Dios es el centro de las mismas?

Dios es libre de obrar de maneras que no estamos acostumbrados, y en lugares y ambientes diferentes a los que los evangélicos tenemos por normales. El es el Señor, yo sólo soy su siervo, su embajador, su testigo, y por la gracia de Dios "ahí la llevo". Espero no estorbar ni ser tropiezo a estas "ovejas que aún no han venido al Buen Pastor", pero que andan muy cerca. El me ha enviado a llevarlas su redil, a alimentarlas y pastorearlas, y a través de ellas, alcanzar a otras que sí andan muy lejos y muy perdidas.

¡Es hermoso ser un instrumento en las manos de nuestro Padre Celestial para cumplir sus propósitos!
¡A Él sea la gloria!

Floriano Ramos Esponda

sábado, 5 de noviembre de 2011

"En sus inicios la iglesia era una comunidad de hombres y mujeres que centraban sus vidas en el Cristo viviente. Tenían una relación vital y personal con el Señor. Esto no solo transformó sus vidas, sino también al mundo alrededor suyo. 

La iglesia entonces se movió a Grecia y se volvió una FILOSOFÍA; luego se movió a Roma y se volvió una INSTITUCIÓN; luego se movió a Europa y se volvió una CULTURA; y finalmente se movió a Norteamérica y se volvió una EMPRESA. Hoy, en muchos lugares de Latinoamérica la iglesia se ha vuelto un ESPECTÁCULO.

Hemos logrado tener tantas iglesias, pero tan poca COMUNIÓN." ~ Richard Halverson

martes, 11 de octubre de 2011

¡En la Misión de Dios las conjunciones también cuentan, y mucho!

¡En la Misión de Dios las conjunciones también cuentan, y mucho!


¿Cuáles son las marcas no negociables de la misión de la iglesia? ¿Cuáles son los imperativos insoslayables de este proyecto?

En el año 325 de nuestra era el Concilio de Nicea, al enfrentarse a cismas y herejías tuvo que plantearse la gran interrogante ¿cuál es la naturaleza de la iglesia?, ¿qué misión se deriva de esta naturaleza ubicada en el misterio de la gracia divina? El Credo de Nicea o “de los Apóstoles” dice: “La iglesia es una, santa, universal y apostólica”. De aquí se deduce que la misión indeclinable de la iglesia ha de ser consecuente con su naturaleza. Su naturaleza determina su misión. La naturaleza es causa y la misión efecto.

Después Jesús subió al monte, llamó a los que El quiso, y ellos vinieron a Él. Designó a doce, para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar,  y para que tuvieran autoridad de expulsar demonios.                                                                                                             Marcos 3:13-15

Un momento cargado de eternidad. El Señor va a escoger a los suyos, a su equipo de colaboradores, su tropa de choque. Para hacer esto “subió al monte”. Jesús no implementó una sesión de negocios ni una reunión plenaria anual.

En la Biblia el monte es escenario de revelación de Dios, teatro donde se exhibe su poder. Sea el Monte Moriah o Hermón, en Tabor o en El Carmelo, en el Gólgota o en el Sinaí. En este caso estamos sobre un monte, y allí está Dios.

En este escenario suceden dos cosas: una señala a la imponente y soberana libertad de Jesucristo, mientras que la otra indica su inescapable poder de atracción. Hoy, Él sigue ejerciendo su soberana libertad, y la gente se sigue sintiendo atraída a Él.

La misión tiene su génesis en Dios, en este pasaje Jesucristo es el Alfa indiscutible de la misión. Son sus deseos redentores los coeficientes de su ecuación misionera. La misión de la iglesia se mueve en este carril rectilíneo: un Cristo libre y soberano llamando a hombres y mujeres que gozosamente son seducidos por el poder magnético de Él y se comprometen con Él.

Divorciar una realidad de la otra es mutilar y deformar la misión de su iglesia. Él nos llama. Nosotros vamos a Él. Pero, ¿para qué?

¿Para qué los llamó entonces?, ¿para qué nos llama hoy? La conjunción hína, en español “para”, denota propósito, finalidad. Podría traducirse “con el fin de”, “con el propósito o finalidad de”.

Para estar con Él. Lo primero que espera Jesús de sus discípulos ayer, hoy y siempre, es sencillamente que estén con Él. Esta dimensión devocional y mística no es negociable. Ningún dogma, ni estructura eclesiástica, ni liturgia elaborada o extática pueden sustituir el lugar central de Jesucristo. Es necesario estar con Él para conocerlo, amarlo, y después servirle.

Jesús estuvo íntimamente involucrado en el entrenamiento de los Doce. Pasó tiempo con ellos, y ellos con Él. Es esta comunión con Jesús la que da a la existencia del creyente anchura, longitud y profundidad. Esta vida devocional genuina abre surco, penetra la tierra del alma y siembra semilla promisoria de fruto abundante. Rescata la existencia de su superficialidad letal.

Frente al activismo humanista urge poner la casa de la fe en orden, y el primer paso es éste: estar con Cristo. Practicar el Coram Deo, “estar en la presencia de Dios”, como el Hermano Lorenzo, quien practicaba la presencia de Dios en sus actividades cotidianas.

Primero la devoción, y luego la misión. Estar con Él va antes, y es necesario; ser enviado por Él a comunicar el evangelio va después. Pero que nadie se sienta engañado. El mismo Jesucristo que invita a estar con Él tiene otra agenda en mente. Es estar con Él para…


En primer lugar, para participar en la Missio Dei y para concluir la tarea que Israel dejó inconclusa. Las Doce Tribus de Israel dejaron su tarea sin terminar. Se dividieron en dos reinos, fueron llevadas al cautiverio, unas nunca volvieron. En vez de ser testimonio del Dios vivo, muchas veces sirvieron de oprobio. La misión no es improvisación aventurera de un rabino sin sinagoga. Es continuación de una obra total cuyo origen está en la mente y el corazón de Dios y cuya consumación descansa en el apostolado del Hijo de Dios.

“Enviarlos a predicar”. El verbo es “apostello”, de donde se deriva el sustantivo apóstol, y significa “enviar”. En esta segunda fuerza se ubica la naturaleza apostólica de la iglesia de Jesucristo. Estar con Él no es un fin, es un medio. El fin es que habiendo estado con Él y habiéndolo conocido y habiéndolo amado, salgamos a proclamar, comunicar, transmitir al mundo la belleza de la persona, obra y enseñanza de Jesucristo.

Dicho de otra forma, no hay apostolado sin devoción. Pero la devoción que sólo es eso y no trasciende lo íntimo para hacerse pública, es devoción precaria. No pasa de ser una adoración en lo abstracto. No pasa de ser una adoración auto-absorta, ensimismada, hecha en un vacío histórico y social.

El mismo Jesús que antes nos dijo “vengan a mí”, ahora levanta el dedo índice, señala al mundo y nos dice “vayan”. Somos discípulos para ser apóstoles. Nos llama para enviarnos. Nos reúne para dispersarnos. Nos bendice para que bendigamos. Nos hace el bien para que hagamos buenas obras. Nos transforma para que seamos agentes de transformación.

Recibir ese tesoro y cerrarlo en el cofre de un templo para beneficio exclusivo de los que ya han creído, para más enriquecimiento de los que ya son ricos (porque por la pobreza que Jesús asumió, nos hizo ricos), es pecado contra el Espíritu Santo. Si el estar con Cristo no nos mueve a “predicar a Cristo y a éste crucificado”, entonces estamos ¡crucificando de nuevo a Cristo! Pasamos tiempo con Jesucristo para luego separarnos de Él y cumplir la misión de Dios siendo heraldos de su mensaje. Nos congregamos para adorar y luego nos disgregamos para misionar.

Hay tres piezas en este rompecabezas: estar con Él, ser enviados a proclamar el evangelio, y echar fuera los demonios que encarcelan y deshumanizan a las criaturas de Dios. Esta es la dimensión encarnacional del evangelio y de la misión de la iglesia.

Pero no limitemos esta última tarea al exorcismo espiritual individual. No. Si bien Jesús lo hizo y nos dio autoridad para hacerlo, pensemos en los muchos demonios sociales que hay que erradicar en el mundo.

Tenemos muchos demonios que expulsar aquí en México: el narcotráfico y el uso y consumo de drogas que destruye a nuestra juventud, el racismo que fragmenta la sociedad que Dios diseñó para mantenerse unida como familia, la prostitución y la pornografía que minan las vidas de niños y jóvenes mientras que enriquecen a gente sin conciencia ni moral, la corrupción de la clase política y de los burócratas que se sirven del pueblo en vez de servirlo, el demonio de las denominaciones cristianas que han dado origen a una religiosidad espantosa que va desde el show de las estrellas evangélicas contemporáneas hasta la politiquería de las iglesias institucionalizadas que han perdido de vista la misión y se han vuelto un fin en sí mismas.

La lista es tan numerosa como el firmamento de estrellas que Abraham no pudo contar. Pero la realidad está allí, y como iglesia estamos llamados a enfrentar a estos demonios que pueblan nuestro país y el mundo entero con la fuerza indestructible del amor, la gracia, el evangelio del Reino de Dios.

La palabra clave en esta porción de las Escrituras es una letra pequeña que los gramáticos llaman conjunción copulativa. Me refiero a la partícula “y”.  En griego eskai”. La ilación es obvia: claramente el texto dice que estos tres componentes forman una triada inseparable, un triángulo irrompible. Que no es cuestión de opciones: tomar dos y rechazar una, o tomar una y rechazar dos. Es una cuestión de todo o nada.

Ha habido momentos en la historia de la iglesia que ésta ha optado por limitarse a “estar con Cristo”. No pensar en la proclamación profética del evangelio del Reino de Dios ni enlodarse las manos con exorcismos sociales ha sido un camino recorrido por la cristiandad. A esto llamo yo “el síndrome de Pedro”, quien en el Monte de la Transfiguración quería construir enramadas para quedarse allí con el Señor Jesús y sus acompañantes. Pero Jesús no aceptó ese plan ingenioso y lo hizo descender del monte al valle, donde estaba la necesidad.

Esta es una opción pietista que se ubica en los márgenes de la historia. Son cristianos de frente al altar y de espaldas a la calle. Cuando esto ha sucedido, la iglesia misma se ha marginado del quehacer humano; como los discípulos ante la ascensión “que se mantenían con los ojos fijos en el cielo”. Una iglesia así se enquista y se enclaustra estérilmente. Pietismo sin apostolado es fórmula letal: mata y aniquila.

Ha habido momentos en la historia de la iglesia que ésta ha optado por limitarse a “proclamar el evangelio”, y no ha pasado tiempo con el Señor.

Si no se está con Cristo previamente, no hay profecía, no hay proclamación, porque no se puede dar lo que no se tiene. Tratar de presentar y explicar a un Cristo que no se conoce, jamás produce fruto. Es como el Israel de los tiempos de Pablo: “Porque yo testifico a su favor de que tienen celo de Dios, pero no conforme a un pleno conocimiento” (Ro. 10:2). Eran celosos de su religión, pero no conocían plenamente a Dios.
Tomar el camino número dos y transitar el tercero sin pasar por el primero, revela una iglesia que tiene pies de barro y alas de plomo.

Ha habido momentos en la historia de la iglesia que ésta ha optado por limitarse a “expulsar demonios de individuos”. El enemigo ha conseguido engatusar a muchos creyentes, haciéndoles “gastar su pólvora en zanates”. Si bien vamos a tener oportunidad de echar fuera demonios, y hay gente que necesita ser liberada, hay otra área mucho mayor de influencia demoníaca: la sociedad.

En aras de demostrar el poder de Dios, muchos han llegado a extremos inimaginables en la expulsión de demonios, curación de enfermedades y demostración de hechos sobrenaturales, lo cual conlleva en muchos casos al culto a la personalidad. ¡Qué lejos está todo eso del modelo misional y simple de nuestro Señor Jesucristo!

Ha habido momentos en la historia de la iglesia que ésta ha optado por limitarse a “expulsar demonios sociales” sin pasar tiempo con el Señor ni proclamar el evangelio de la gracia de Dios. Esto, sin duda ha sido originado por una concepción humanista que ha llevado al activismo superficial que a su vez la ha lanzado a programas de acción social, de proyectos políticos, y a unirse con ideologías contrarias al reino de Dios. El resultado salta a la vista: iglesias decadentes, estadísticas alarmantes, depresión congregacional, fuga de congregantes, muerte espiritual.

La conjunción une algo que Dios quiere que se mantenga así: la devoción privada, la proclamación profética y la acción depuradora y liberadora en la sociedad. Recordemos que Jesús dijo: “lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”. No divorciemos con argucias hermenéuticas o exegéticas lo que Dios unió.

La iglesia funciona basada en estos imperativos de los cuales no debe ni puede escapar. Ni el misticismo estéril, ni la numerolatría (culto a los números = asistencia, profesiones de fe, ejemplares vendidos, etc.), ni el culto a la personalidad y el activismo humanista brindan la solución.

La conclusión no puede ser más significativa. Insertando los nombres de los hombres que vinieron hacia Él (Pedro, Jacobo, Andrés, Felipe, Bartolomé y otros) el evangelista nos confronta con una dimensión del imperativo que no podemos ignorar. Y es ésta: La misión de la iglesia comienza con el llamado de Jesús y continúa con la decisión de individuos de responder a dicho llamamiento.

No se da en el vacío, no es abstracción dogmática, no es planificación estratégica estéril: es propuesta y respuesta, es encarnación, es mandato y obediencia. Es dejarnos arropar por el magnífico poder de un Cristo que nos llama aquí y  ahora para dársenos a conocer (pasar tiempo con Él), para enviarnos a predicar (ser misionales) y para darnos el poder (empoderarnos) para echar fuera demonios (individuales y sociales).



Basado mayormente en el capítulo 5 de Tentación y Misión de Cecilio Arrastía (CBP, 1993), con algunas aportaciones mías.  Floriano Ramos Esponda

lunes, 22 de agosto de 2011

¡Ah!, nuestro querido México. ¡Ah! Los evangélicos mexicanos

Al contar la parábola del trigo y la cizaña, Jesús diáfana y claramente dijo que la cizaña (mala hierba) representa a los que son del maligno, y el enemigo que sembró esa cizaña (mala hierba) es el diablo. Pero con igual claridad dijo que el trigo (la buena semilla) representa a los que son de su reino, y que Él (Jesús) fue quien la sembró en el mundo.


Viendo la situación actual de nuestro país, me atrevo a pensar que las palabras de Jesús en Lucas 16:8 se aplican muy bien a nosotros los seguidores de Jesús y a los seguidores de Satanás; a los ciudadanos del reino de luz y a los del reino de las tinieblas: "Y es que cuando se trata de sus propios negocios, los que pertenecen al mundo son más listos (astutos, sagaces) que los que pertenecen a la luz".


Ellos, con toda intención, se multiplican, se reproducen y abren "sucursales del infierno" en cada colonia, fraccionamiento, pueblo y ciudad. Nosotros, con una lentitud pasmosa, seguimos con la teología de Juan Gabriel: "Por eso aún estoy en el lugar de siempre, en la misma ciudad y con la misma gente", en vez de seguir el ejemplo de Jesús, quien "recorría aldeas, pueblos y ciudades predicando el evangelio del Reino de Dios, sanando toda dolencia y echando fuera demonios".  Jesús, en una ocasión, dijo: "Vamos a los lugares vecinos para que predique también allí, porque para esto he venido"


Los 118 millones de mexicanos son un gran campo de misión, y las iglesias establecidas, en su gran mayoría, no están siendo intencionales ni deliberadas en sus intentos por alcanzar a los no creyentes. Son las nuevas iglesias las que tienen un gran potencial para alcanzar a los no alcanzados. Una iglesia nueva no tiene límites sobre lo que Dios puede hacer para avanzar su reino. Una iglesia nueva es libre de del equipaje que son las tradiciones y prácticas pasadas, y sobre todo es libre de la mentalidad "nosotros no hemos hecho eso antes" o "siempre lo hemos hecho así y no lo cambiaremos", mentalidad que plaga a muchas iglesias y líderes de iglesias.


A partir de una nueva iglesia plantada puede ocurrir una crecimiento exponencial del Reino de Dios, si el líder (plantador) apunta a la gente nueva hacia esa dirección desde el inicio de la misma. Por eso es necesario pensar en razón de multiplicar iglesias, no solamente sumar. Si un movimiento de multiplicación de iglesias sucede, muchos más mexicanos tendrán paz con Dios por medio de la fe en Jesucristo, tendrán una misión por la cual vivir, y un destino eterno asegurado y prometido por Él mismo. Esta es la clase de trabajo que los seguidores de Jesucristo debemos realizar "entre tanto que dura el día, porque la noche viene ya, en la cual no se puede trabajar".


Fraternalmente en Cristo: Floriano Ramos Esponda
    

viernes, 27 de mayo de 2011

Institucional vs. Misional

Institucional vrs. Misional:

12 Marcas de la Iglesia Misional


Encontré un gran artículo de la Red de Plantación de Iglesias Hechos 29 sobre la Iglesia Misional e Institucional.  El artículo es escrito con un resumen de los términos y contextos culturales de los cuales surgen dichos términos.  Si los términos “institucional” y “misional” no te hacen mucho sentido cuando son aplicados a la iglesia, este artículo te ayudará.  Es digno de que le des un poco de tu tiempo, si escoges leerlo.
Aunque no estoy convencido de que la adoración de la Iglesia Misional deba ser impredecible y desordenada (¿suena como caos?) tal como se describe en el punto 12, estoy de acuerdo en que la rutina dentro de la adoración mata.
Al final del artículo, al lector se le da una oportunidad para evaluar la iglesia de la cual forma parte al juzgar 12 marcadores para ver si es Iglesia Misional, Iglesia Evangélica o Iglesia Institucional.  Sólo para ir abriendo boca, he aquí las 12 marcas de la Iglesia Misional:

I. La Iglesia Misional:
1. Enviada por Dios como misioneros en su propia cultura (Mt. 4:19).
2. Existe para llevar a Cristo a los no salvos: Va al mundo (Mt. 28:18-20).
3. Los miembros están personalmente comprometidos en sus comunidades (Hch. 16:20; 17:6).
4. Sumergidos dentro de su cultura como Cristo (Lc.7:34).
5. Su principal enfoque es entrenar y equipar a otros para ser misioneros (Ef.. 4:11-16).
6. Dependen del Espíritu Santo para usarlos individualmente como agentes para evangelizar (Hch. 1:8).
7. Desarrolla relaciones con los no creyentes con propósito (Mt. 5:13-16).
8. Las relaciones son los medios para influenciar a otros en su peregrinar hacia Cristo (Jn. 1512-17; 1ª Jn. 4:19-21).
9. La meta es ayudar a otros a hallar a Jesús en su propia manera y en su propio tiempo (1 Cor. 9:20-23).
10. Los participantes son afectados en todas formas a través de un llamado por Dios para ser un agente para el evangelio (Hch. 4:13, 31-35).
11. La fe es practicada en comunidad – grupos de personas juntas (Hch 2:42-45; Fil. 1:27).
12. La adoración es impredecible, espontánea, dirigida por el Espíritu y desordenada (Jn. 4:23-24).

II. La Iglesia Evangélica:
1. Tiene un programa de misiones junto a numerosas actividades de la iglesia.
2. Existe como un lugar para que los no creyentes encuentren a Cristo: vienen a las instalaciones de la iglesia.
3. Los miembros son el soporte de los esfuerzos misioneros.
4. Separados de su cultura como una misión santa.
5. Su principal enfoque es apoyar la obra misionera – principalmente en el extranjero.
6. Dependiente del llamado al altar y de grandes eventos como su principal herramienta para la  evangelización.
7. Conoce a algunas personas no cereyentes y ora por su salvación.
8. Usa técnicas de mercadeo y principios de los negocios para atraer a la gente a una reunión corporativa.
9. La meta es producir resultados de salvación.
10. Los participantes se ajustan (conforman) a estándares hechos por el hombre a través de la culpa y la presión. El cambio es a través de la propia voluntad, no por el Espíritu.
11. La fe es practicada en los edificios de la iglesia durante tiempos de reunión prescritos.
12. La adoración es estructurada, predecible y ordenada.

III. La Iglesia Institucional:
1. Envía dinero a los misioneros en países extranjeros si es conveniente.
2. Existe para los miembros de la iglesia: Únete a la iglesia.
3. Los miembros esperan que los pastores traigan a los no creyentes.
4. Ha llegado a ser una sub-cultura de cristianos viviendo en un universo paralelo.
5. Su principal enfoque es apoyar las actividades de la iglesia para atraer nuevas familias.
6. Depende de los pastores y del staff para evangelizar a los no creyentes.
7. Se aleja de los no creyentes; tiene muy poco trato con los de afuera de la iglesia.
8. Usa la tradición, la denominación y los vínculos familiares para atraer y mantener a los miembros.
9. La meta es aumentar la asistencia.
10. Los participantes departamentalizan su religión y sus vidas – generalmente con fachadas de adherencia  religiosa.
11. La fe es una actividad de rutina tanto privada como personal.
12. La adoración es ritualista.

Traducido por Floriano Ramos Esponda

Nota del traductor: Creo que la adoración puede ser espontánea sin ser desordenada. Hay que ver qué se entiende por orden, si una serie predecible de pasos metódicos y rutinarios, o algo más natural que se va dando por la guía de Espíritu Santo sin caer en la confusión.

Lo que sí no debe haber en las reuniones (cultos) cristianos es la falta de sustancia que dice 1ª Cor. 14:33 ἀκαταστασίας, y que se traduce confusión en la Reina Valera. Esta palabra griega es la que se usa en Santiago 1:8 cuando se habla del hombre inestable (inconstante) el cual es como las olas del mar.  

Nuestros cultos, según mi opinión, deben ser guiados por el Espíritu Santo; no deben ser rutinarios porque Dios no es rutinario (“nuevas son sus misericordias cada mañana”). Pueden ser espontáneos pero nunca con confusión. La palabra griega akatastasías significa “sin sustancia, sin esencia”, es decir “vacíos”.

martes, 24 de mayo de 2011

Tres características del ministerio de Jesús

De madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó y salió de la ciudad para ir a orar a un lugar solitario. Simón y sus compañeros fueron en busca de Jesús, y cuando lo encontraron le dijeron: -Todos te están buscando. Pero él les contestó: -Vamos a los otros lugares cercanos; también allí debo anunciar el mensaje, porque para esto he venido. Así que Jesús andaba por toda Galilea... (Marcos 1:35-39).



El ministerio de Jesús fue de PROPAGACIÓN. Él dijo: "Vamos a los otros lugares cercanos". Su ministerio fue misional y encarnacional, no atraccional. Él no dijo: "que venga gente de los lugares cercanos", sino "vamos a los otros lugares cercanos". Tristemente desde hace mucho tiempo las iglesias cristianas se han vuelto atraccionales, invitando a la gente a venir a sus instalaciones. Jesús no hizo eso. Fue a donde estaba la gente. Visitó aldeas, pueblos y ciudades compartiendo el evangelio del reino. En una ocasión se autoinvitó a ir a la casa de Zaqueo a comer con él y los suyos. Siempre fue intencional, como cuando "le fue necesario pasar por Samaria" para compartir el evangelio a la samaritana, y a través de ella a mucha gente más.


El ministerio de Jesús fue de PROCLAMACIÓN. Él dijo: "también allí debo anunciar el mensaje", o como dice la Reina Valera: "para que predique también allí". Quería ir a otros lugares cercanos a predicar, o mejor dicho a anunciar el mensaje del evangelio del reino. Es importante señalar que Jesús no tenía en mente una pieza de oratoria (homilía, discurso, prédica), sino el simple hecho de comunicar el mensaje. O sea, algo que todo cristiano puede y debe hacer, no sólo los profesionales del púlpito.


El ministerio de Jesús fue con PROPÓSITO. El dijo: "porque para esto he venido". Jesús siempre estuvo consciente de para qué había venido del cielo a la tierra. Tenía un propósito: "Buscar y salvar lo que se había perdido, servir y dar su vida en rescate por muchos, dar vida y darla en abundancia, hacer la voluntad de quien lo envió y completar su obra". Su propósito al venir no fue fundar una religión, sino cumplir la voluntad de su Padre, a saber: reconciliar al mundo con el Padre a través de su muerte en la Cruz del Calvario, e inaugurar el reino de los cielos en su primera venida.


Los seguidores de Jesús, los de entonces y los de ahora, debemos no sólo creer en él; sino también debemos obedecerlo y seguir su modelo para cumplir la misma misión. Debemos ser gente misional y simple como él lo fue. Nuestro ministerio debe ser reproducible para poder alcanzar a las multitudes que se pierden sin Dios y sin esperanza en este mundo por no conocer a Jesucristo. El es el mensaje y él es el modelo.


Propagar, proclamar y tener un propósito o misión. Eso debemos hacer entre tanto que dura el día, la noche vendrá cuando no se podrá obrar.


Floriano Ramos Esponda

Opio del pueblo

Tenía razón quien dijo que la religión es el opio del pueblo, incluído el evangelicalismo. Jesucristo no vino a fundar una religión; ya había muchas en su tiempo. El fue real, pero no religioso. Siendo divino, fue humano, y con eso nos dio permiso y modelo de ser humanos, no religiosos.

Jesús pasó tiempo con su Padre, pero también con la gente pecadora de su tiempo. Entrenó a gente sencilla para pescar hombres y hacer de ellos discípulos suyos. No los hizo religosos, inconscientes y autocentrados. Los evangelizó, entrenó, equipó, empoderó y envió. Jesús fue misional y simple (sencillo), por eso se reprodujo en otros. Así debemos ser y hacer.

Floriano

La solución para México

Como el cuerpo de Cristo que somos, seamos una alternativa para este México que se pierde en la violencia, odio, luchas de poder, ambición, inseguridad, impunidad, y desatres naturales. 

Ejemplo tenemos de la Iglesia Apostólica en los primeros siglos. Seamos señal y signo de que el Reino de Dios vino con Jesucristo y está presente a través del Espíritu Santo en su iglesia. Seamos un pueblo misional y dejemos de "jugar a la iglesita" o de edificar cada quien su propio reino.