martes, 26 de abril de 2016

MODELO PETRINO DE MISIÓN


Modos de Misión: Un Pueblo Misional

En esta serie sobre modelos de misión, veremos cómo Pedro la modeló. 

Por Ed Stetzer- Traducido por Floriano Ramos Esponda 


Este es el primer escrito de una serie sobre diferentes  "modos de misión."

Esta semana veremos el Modelo Petrino de  misión.

Al ayudar a clarificar, desafiar y animar a los líderes eclesiásticos (y sus iglesias) hacia una mayor efectividad (eficacia) misional, puede ser muy útil considerar tres modos de realizar la misión tal como son encarnadas por Pedro = Misión Petrina, (1 Pedro 2:9–12), Juan = Misión Joanina, (Juan 20:21), y Pablo = Misión Paulina, (la vida de Pablo). Al hacerlo, podemos discernir que un pueblo misional, que encarna el “envío,” está en una misión de multiplicación.

La realidad de estos modos es que un estudio a profundidad de cada uno revelaría elementos de unos y otros. Sin embargo, abajo intento enfatizar el principal enfoque de cada uno en un esfuerzo por edificar un visual del pronunciamiento del mensaje y movimiento de misión, lo cual resulta en una mayor eficacia (efectividad) misional.

Misión Petrina—Un Pueblo Misional

Cuando Dios salva a la gente, no la salva solamente de sus pecados y de ellos mismos, sino que también los salva para que sean SUYOS y para que formen parte de su pueblo. Por ejemplo, cuando Dios llamó a Abraham, no fue simplemente un llamado para Abraham, sino también para el pueblo que  descendería de él. Así, la misión de Dios incluye formar un pueblo para su gloria y sus propósitos. En el Nuevo Testamento, el modelo Petrino de misión establece una “comunidad” como un impulso misional, por esto enfatiza que la misión de Dios incluye el hecho de que Dios está formando un pueblo, o una comunidad, para sí mismo.

La base del modelo Petrino de misión se halla en 1 Pedro 2:9–12, donde Pedro escribe, "ustedes son un linaje escogido, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo para su posesión, de tal modo que ustedes proclamen las alabanzas de Aquél que los llamó de las tinieblas a su maravillosa luz. Ustedes que una vez no eran su pueblo, pero ahora son pueblo de Dios. . .  Condúzcanse ustedes mismos honorablemente entre los gentiles, de tal modo que en caso de que ellos hablen contra ustedes como de malhechores, ellos al observar las buenas obras de ustedes, glorifiquen a Dios en el día de la visitación."

En este pasaje, Pedro extrae conceptos de Éxodo 19, donde Dios estableció su pacto con Israel. De acuerdo con  Christopher Wright, el pacto que Dios estableció con Israel fue un pacto misional, que hizo de Israel una comunidad misional (2006, 324-340). Dado que Pedro conecta a la Iglesia con Israel, la "comunidad" misional del Nuevo Testamento también debería ser una comunidad que:

* (1) exista para Dios y para bien del mundo,
* (2) es moldeada por el evangelio, y 
* (3) sirve como una fuerza "atraccional" centrípeta por la cual Dios ” atrae a la gente hacia sí mismo.

1. Una comunidad misional existe para Dios y para bien del mundo.

Pedro usa el término “posesión” para comunicar la idea de que la iglesia no existe para sí misma, sino para aquél que la formó y la hizo  existir. Tal como Israel fue un pueblo creado por Dios y para Dios, así también es la Iglesia. Tal como  Israel tuvo un Sumo Sacerdote que  funcionaba como cabeza sacerdotal y entraba al Lugar Santísimo, nosotros en Jesús tenemos un Sumo Sacerdote que funciona como cabeza de su iglesia.

Además, Pedro usa el término “sacerdocio,” el cual habla de la Iglesia como una comunidad que vive en la presencia de Dios y que media entre Dios y el mundo. Tal como Israel debía ser un pueblo que se mantuviera permaneciendo en la presencia de Dios, reflejando su gloriosa luz, y siendo un mediador para las naciones que vivían en las tinieblas (Beale 2004, 115), así también es la Iglesia.

2. Una comunidad misional es moldeada por el evangelio. 

Pedro describe a la Iglesia como una “nación santa” que “proclama las alabanzas de aquél que los llamó de las tinieblas a su maravillosa y admirable luz.” En otras palabras, la Iglesia debe ser una “comunidad” marcada por la vida de Jesús y por el modo o manera que Él evidenció. Jesus salva a su pueblo; Jesús  santifica a su pueblo.

Parece que desear la Palabra (1 Pedro 2:2) y venir a Jesús (1 Pedro 2:4) son prerequisitos para que la “comunidad” de Dios sea santa. De ser así, la comunidad es moldeada por el evangelio. Por lo tanto, el modo Petrino de misión parece demandar (requerir)  una comunidad centrada en el evangelio. Esto significa que todo lo que tenga que ver con la comunidad—incluyendo su estructura, estrategia, ministerios, programas, y procesos—debería centrarse en Jesús y su Palabra.

3. Una comunidad misional debería ser  "atraccional.”

En la medida que la iglesia exista para Dios y para el bien del mundo, y sea moldeada por el evangelio, Dios la usa como un mecanismo “atraccional” para atraer a otros hacia sí mismo. Pedro comparte que al  observar nuestras buenas obras, aquellos que están lejos de Dios vendrán a glorificarle. Así, conforme la iglesia encarna, personifica e implementa y valida la vida de Dios, llegamos a ser una “señal atractiva” a un mundo que nos observa (ver Goheen 2011, 25).

La iglesia en Jerusalén ejemplifica el modo Petrino de misión. Cuando Lucas describe a la iglesia temprana o primitiva en Jerusalén, revela que ellos eran fuertes en  armonía, unión, solidaridad y servicio hacia los de dentro como a los de fuera de su compañerismo (Hechos 2:42–47) como un resultado  de la transformación que el evangelio había causado en ellos. Debido a esto, ellos atrajeron a muchos judíos a su familia de fe. Además, tuvieron muchos líderes quienes buscaron proteger la integridad del ministerio y misión (Hechos 4, 5, 6, 7, 15) así como también añadieron estructuras a fin de incrementar la efectividad en el ministerio y la comunidad (Hechos 6:1–7). En resumen, la iglesia en Jerusalén descolló como una comunidad de fe en su localidad.

En cada modo de misión, sin embargo, puede haber consecuencias no intencionales ni útiles. Aunque el espacio no nos permite explorar las tendencias de cada modo, quizás un ejemplo puede ser ilustrativo. Por ejemplo, hubo algunos en la iglesia en Jerusalén —incluyendo a Pedro (Gálatas 2)—quienes tuvieron dificultad en cruzar las barreras culturales, étnicas y raciales. De hecho, algunos batallaron teológica y prácticamente con una iglesia multiétnica y multicultural (Hechos 15:1–35; Gálatas 2:11–14). Muchos quisieron aferrarse a sus tradiciones y prácticas judías (p. en. circuncisión) y enseñaron a los  gentiles que a fin de ser parte plena de la comunidad de la fe, ellos necesitaban hacer lo mismo que los judíos.

Para resumir, ellos no se detuvieron en ser una comunidad enfocada en proteger y preservar la integridad del evangelio; en lugar de eso, ellos se movieron hacia la auto-protección y preservación al crear una cultura de iglesia  [sincretista] —mezclando aspectos del judaísmo con Jesús. Eventualmente, la iglesia sincretista de  judaísmo y cristianismo llegó a ser conocida como los Ebionitas (Ebionismo = judíos cristianos) (ver Stetzer 2002).

Usando una descripción más contemporánea, una lección clave en el Modo Petrino de misión es edificar una comunidad centrada en el evangelio, pero una que sea capaz de discernir cuándo el ministerio y la misión centrados en el evangelio se están convirtiendo o se han convertido en ministerio y misión auto-centrados. Por otro lado, es perfectamente normal (y realmente necesario) preservar y proteger a la iglesia a medida que se relaciona a fin de  contender por el evangelio y por el avance de la misión; sin embargo, es contraproducente preservar y proteger aquellas cosas que impiden que la comunidad de fe cumpla la misión de Dios en maneras y lugares a donde Dios los ha llamado a hacerlo.

En pocas palabras, el Modo Petrino de misión, (comunidad), habla de un pueblo misional. De este modo, las iglesias deberíamos ser intencionales en cuanto a enseñar a nuestra gente que SOMOS iglesia, no VAMOS a la iglesia, y que el congregarnos no es para consumir bienes y servicios religiosos, sino para ser conformados en ese pueblo misional de Dios, para su  gloria y para el bien del mundo. Al hacer esto, Dios usa a su pueblo misional como el trailer (corto) de una película  escatológica  que atrae ala gente para ser parte de su historia—a ser parte de su pueblo.

* Ebionismo

Ebionismo o ebionaioi (griego: Ἐβιωναῖοι; derivado del hebreo אביונים ebion, que significa "el pobre" o "los pobres"), es un término patrístico que hace referencia a una o varias sectas judeocristianas que existieron durante el cristianismo primitivo.[1] Veían a Jesús como el Mesías pero manteniendo una cristología "baja", es decir, afirmaban que Jesús era el Mesías pero rechazaban su preexistencia, esto es, que tuviera naturaleza divina y que su nacimiento hubiera sido virginal[2] e insistían en la necesidad de seguir los ritos y leyes judías cumpliendo preceptos como la circuncisión, el sábado o las prohibiciones alimenticias (cashrut).[3] Los ebionistas solo utilizaban uno de los evangelios según los hebreos,[4] reverenciaban a Santiago y rechazaban a Pablo de Tarso como un apóstata de la ley.[5] Su nombre sugiere que otorgaban un especial valor a la pobreza voluntaria. Las últimas comunidades ebionitas podrían haber desaparecido alrededor del siglo V.

viernes, 15 de abril de 2016

Renovación Radical - El problema de los odres de vino hoy

Renovación Radical – el problema de los odres de vino hoy.

Howard A Snyder.
 
Dios es siempre un Dios de cosas nuevas – tanto el AT como el NT hablan todo el tiempo de cosas nuevas.

1. Salmo 40.3 Puso en mi boca un cántico nuevo.
2. Isaías 42.9 He aquí, ya sucedieron las cosas primeras o anteriores; ahora les anuncio las cosas nuevas.
3. Isaías 43.19 He aquí que yo hago una cosa nueva
4. Isaías 65.17 Porque he aquí que yo creo cielos nuevos y tierra nueva (2 Pedro 3.13).
5. Ezequiel 11.19 ... y pondré un espíritu nuevo dentro de ellos.
6. Hebreos 10.20 por el camino vivo y nuevo que Él nos abrió a través del velo...
7. Lucas 22:20 Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre que por ustedes se derrama.
8. Apocalipsis 21.5 He aquí yo hago nuevas todas las cosas.

lunes, 4 de abril de 2016

CUATRO COSAS QUE TODO PREDICADOR DEBIERA OLVIDAR CADA QUE VA A PREDICAR

4 COSAS QUE TODO PREDICADOR DEBERÍA OLVIDAR CADA DOMINGO POR LA MAÑANA

Leslie Holmes 

- Traducido por Floriano Ramos Esponda




Cuando se llega el momento de pararnos y predicar, necesitamos dejar algunas cosas detrás de nosotros.


He estado reflexionando sobre un gran momento en la vida de José. Fue justo después del nacimiento de su hijo Manasés, que él explica por qué lo nombró así: "Y llamó José el nombre de su primogénito Manasés; porque Dios (dijo) me hizo olvidar de todo mi trabajo, y de toda la casa de mi padre. (Génesis 41:51 JBS). ¡Oh, bendita capacidad de olvidar!
Dios da a cada uno de nosotros una memoria con dos funciones primarias. Primero, la habilidad de recordar  las cosas que necesitamos saber. Usamos nuestra memoria para tratar de recordar el flujo de las notas o manuscrito de nuestro sermón cada vez que predicamos. Pero también para recordarnos que es domingo por la mañana y que debemos ir a reunirnos con la iglesia y exponerles la Palabra de Dios.

 La otra función de la  memoria es justo lo opuesto: Usamos nuestra memoria para olvidar algunas cosas.
Con el paso de los años debemos llegar a ser muy buenos olvidadores. De lo contrario iremos añadiendo cada vez más carga a nuestra vida conforme pase el tiempo. De hecho, deberíamos llegar a ser perfectos olvidadores. Cuando José nombró Manasés a su primogénito, es porque Dios le había ayudado a olvidar toda la carga, el trabajo y los malos sentimientos y actitudes de su misma familia. Es como si José estuviera diciendo: "Soy un perfecto olvidador porque he decidido no permitir que algunas malas memorias lleguen a ser una carga para mí". La palabra hebrea kineshni también podría ser traducida "inconsciente de" o "sin pensar en".

Hay algunas cosas en los bancos de nuestra memoria que nosotros mejor deberíamos soltar o dejarlas ir,  especialmente porque como predicadores y pastores se nos ha llamado a tener el rol de ser modelos de las demás personas. ¿Qué cosas deberíamos pedir a Dios que nos ayude a remover de nuestras memorias? Reflexionando en mis 40 años de ministerio pastoral, puedo pensar por lo menos en cuatro, una o más de las cuales podrían sorprenderte:

¡OLVIDA TUS PECADOS!

"Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad" (1 Juan 1:9). Cada vez que leo este versículo, viene a mi mente una conversación que tuve con Valeria*. Ella, quien había comprometido su vida a Cristo siendo una adolescente, estaba acercándose a la media vida. Por más de dos décadas, ella había estado llevando la carga de un desliz inmoral momentáneo en un viaje de graduación de la preparatoria. Cuando le compartí estas palabras inspiradas del apóstol Juan, ella dijo, "He leído esto cientos de veces, sólo que no puedo perdonarme a mí misma." La recuerdo porque efectivamente Dios ya la había perdonado, pero ella se había puesto un estándar de perdón más alto que Dios mismo. Todos somos pecadores, y necesitamos confesar nuestros pecados; y luego, habiendo recibido el perdón de Dios, perdonarnos nosotros mismos.

¡OLVIDA LAS CRÍTICAS! 

Como predicadores, seremos el blanco de muchas críticas no importa lo que hagamos o hayamos hecho. C.S. Lewis en "Cartas del diablo a su sobrino" instruye a Orugario para que se convierta en un "buscador y hallador de fallas en la iglesia". Ésta ha sido una buena estrategia de  Satanás—una que aún sigue usando. Ataques perversos, viles, feos, celosos y envidiosos  son parte y parcela en la vida de los ministros. Dichos ataques hieren, lastiman, pero debemos practicar el olvidarlos. Si no lo hacemos, nos encontraremos a nosotros mismos ministrando a la defensiva, ¡y eso nunca funciona! Al olvidarlos intencionalmente, podemos demostrar el amor y la misericordia de aquel que nos llamó a predicar y quien dijo, "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lucas 23:34). Perdona a tus críticos, olvida la dureza de lo que hayan dicho o hecho, y sigue adelante. ¡Oh, bendita capacidad de olvidar!

¡OLVIDA TUS PROPIAS BOBERÍAS O BABOSADAS! 

¡Dado el número de veces que hablamos y actuamos en público, no debería sorprendernos  que lleguemos a decir o hacer estupideces o cosas tontas! Cada vez que suceda esto, discúlpate rápidamente y pide perdón. Luego, muévete hacia delante. Perdónate a ti mismo.  Imagina qué terrible diferencia habría sido si Pablo hubiese continuado peleando emocionalmente consigo mismo por todas las cosas que hizo antes de encontrarse con el Cristo resucitado en el camino a Damasco. En vez de eso, él escogió valorar esas cosas como basura y pérdida (ver Fil. 3:8). Aprende tu lección; luego, intencionalmente olvida lo que hiciste y permite que la paz única del evangelio reine en tu corazón.

¡OLVIDA TUS ÉXITOS! 

A todos nos gusta el reconocimiento y los elogios. Sin embargo, cuando descansamos en logros pasados, llegamos a ser auto-centrados, y todo nuestro futuro parece como si hubiese sucedido ayer. Mira aquellos grandes momentos como escalones para alcanzar nuevos éxitos que Dos ha planeado para tu futuro. Agradece a Dios por lo que hizo a través de ti, y pon tu pequeña mano en su poderosa mano y así estar listo  para lo que tenga preparado para ti. Pablo, recordando sus éxitos, dijo, "Una cosa hago: olvido ciertamente lo que queda atrás y me extiendo a lo que está por delante, prosigo hacia la meta por el precio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús" (Fil. 3:13-14).

Mantén tu mente enfocada en "lo que es cierto, noble, recto, puro, amable y admirable—si algo es excelente o digno de alabanza —en esas cosas debes pensar" (Fil. 4:8).

*El nombre verdadero ha sido cambiado.


El Dr. Leslie Holmes es profesor de ministerio y predicación en el Seminario Teológico Erskine en  Columbia y Due West, SC. Un ministro presbiteriano, él fue recientemente el pastor principal de la Iglesia Presbiteriana Reid Memorial en Augusta, GA.