domingo, 1 de febrero de 2015

¿HOMBRES O DIOSES?

¿HOMBRES O DIOSES?


Viendo la pleitesía que se rinde a los gobernantes de este tiempo en nuestro país, en cualquiera de sus tres niveles (municipio, estado o país), me he puesto a pensar cuán diferente fue la actitud de los apóstoles, siervos de Jesucristo, del primer siglo y la del mismo Señor Jesucristo con la de quienes están  hoy en puestos de eminencia dentro de la administración pública.

"Háganse a un lado porque por aquí va a pasar el 'ciudadano'", dicen los guaruras de los ediles, gobernadores, o los miembros del estado mayor presidencial al pueblo en general. ¿Que no todos somos ciudadanos en este país, o solamente los que nos presiden en los puestos de poder? Los lambiscones que los rodean casi se ponen de tapete para que ellos pasen, y las multitudes se toman fotos, "selfies", con los candidatos o con los ya elegidos como alcaldes, gobernadores o presidentes de la nación, alimentando más así la personalidad megalómana del sujeto en cuestión.

Quizá al principio algunos de ellos sí comenzaron con un verdadero deseo de servir al pueblo, pero es tal la descomposición al interior de los partidos políticos que en su camino hacia el poder, al ir escalando puestos en su loca carrera, empiezan a perder piso y creerse que son más que simples mortales. Otros, traen esta actitud megalómana, desde su mismo nicho familiar, ya que son "políticos de apellido”, como si esto fuera genético, y se creen "dioses" dignos de adoración, admiración y pleitesías desde su infancia y/o juventud. Baste ver lo que escriben en las redes sociales y los calificativos que los hijos de políticos de los diferentes niveles confieren a los demás ciudadanos que no vivimos en Los Pinos, la "Casa Blanca", o las casas de gobierno estatales. Por eso digo que algunos  "maman" esto en sus mismos hogares. Han visto cómo sus padres, tíos o abuelos fueron idolatrados por la masa de lambiscones[i], y anhelan "servir" a su pueblo a través de seguir el ejemplo de sus progenitores o familiares ascendentes.

La megalomanía es una condición psicopatológica caracterizada por fantasías delirantes de poder, relevancia, omnipotencia y por una inflada autoestima. Históricamente fue usada como un nombre para un desorden de la personalidad narcisista antes del primer uso de este último por Heinz Kohut en 1968, y es usado hoy como el equivalente no clínico.[1] [2 La palabra megalomanía deriva del griego μεγαλο- megalo- "grande", y μανία-mania- "locura, frenesí". (Wikipedia).

Pero esto no es nuevo, ni privativo de los políticos y gobernantes mexicanos. Es propio de la naturaleza humana. Veamos algunos pasajes de la Biblia que pienso que podrían ayudar para entender y analizar esta lacra que nos aqueja como sociedad, ya que tenemos que aguantar los aires de grandeza de estos "servidores públicos" puestos, si los comicios electorales fueron justos y legales, por el voto popular para que ellos sirvan al pueblo, no para servirse del pueblo. Los gobernantes de este tiempo deberían recordar o leer por primera vez lo que Jesucristo dijo respecto a los gobernantes terrenales:

Después de escuchar esto, Pilato se asustó más. Entró de nuevo al palacio y le dijo a Jesús: — ¿De dónde eres? Pero Jesús no le respondió. Entonces Pilato le dijo: — ¿No vas a hablarme? ¿Acaso no sabes que yo tengo la autoridad para dejarte libre o para matarte en una cruz? Jesús le contestó: —No tienes ninguna autoridad sobre mí a menos que te la haya dado Dios. Por esto, el hombre que me entregó a ti es más culpable que tú. (Juan 19:8-11 PDT).

Toda autoridad humana, según palabras de Jesucristo, no es inherente, sino delegada por Dios, el gobernador del universo, y a Él deberán rendir cuentas de su gobierno.

Veamos un acontecimiento registrado en Hechos de los Apóstoles durante el primer siglo:
Herodes ordenó buscar a Pedro por todas partes, pero no lo encontró. Interrogó a los guardias y luego ordenó que los mataran. Después, Herodes salió de Judea a la ciudad de Cesarea y permaneció allí por algún tiempo. Estaba muy enojado con los habitantes de Tiro y Sidón. Ellos acordaron ir a hablar con Herodes y sobornaron a Blasto, el funcionario principal del rey. Trataban de hacer las paces porque su territorio era abastecido por el del rey. Un día acordado, Herodes decidió reunirse con ellos. Se puso su vestido real, se sentó en su trono y dio un discurso al pueblo. El pueblo gritaba: «¡El que habla es un dios, no un ser humano!» Herodes no dio honra a Dios. Por eso un ángel del Señor de inmediato hizo que se enfermara y murió devorado por los gusanos. (Hechos 12:19-23 PDT).
En estos versículos vemos varios elementos similares a nuestra escena política: un gobernante,  vestiduras elegantes, el pueblo, un discurso, un acto de soborno, un acto de idolatría y una calificación megalómana del pueblo aceptada por el gobernante. Sólo vemos una gran diferencia con lo que pasa hoy: no hay un juicio inmediato de Dios para quien usurpa su lugar esperando y recibiendo adoración que sólo Él merece. Con toda seguridad es porque YHWH, es lento para la ira y grande en misericordia, porque es paciente para con todos y quiere y espera que todos procedan al arrepentimiento. Pero un día, el que está en los cielos se reirá de quienes están en la tierra. El salmista dice:

¿Por qué se rebelan las naciones? ¿Por qué los pueblos hacen planes inútiles? Los reyes y gobernantes se han unido en contra del SEÑOR y del rey que Él eligió. Y dicen: «¡Cortemos las ligaduras que nos imponen y liberémonos de sus ataduras!» Pero el que está en el cielo se ríe; el Señor se burlará de ellos. Luego, les habla enojado y en su furor los aterroriza, diciéndoles: «Yo he consagrado a mi rey en Sion, mi monte santo». (Salmo 2:1-6 PDT).

De la historia de Nabucodonosor, rey de Babilonia, en el libro antiguo-testamentario de Daniel, podemos aprender que la arrogancia y megalomanía de los gobernantes pueden colmar al verdadero rey y gobernante del universo, y hacer que Él actúe desde los cielos:

El rey no había terminado de hablar, cuando se oyó una voz desde el cielo diciendo: «¡Escucha lo que te va a suceder rey Nabucodonosor! Ya no tienes ningún poder sobre tu reino. Te apartarán de los hombres. Vivirás con los animales, comerás pasto como el ganado y te mojarás con el rocío. Vivirás así durante siete años, hasta que te des cuenta de que el Dios altísimo es el único que gobierna los reinos de los hombres. Sólo Dios decide quién los gobierna». Apenas terminó este mensaje, se cumplió todo lo que decía. Nabucodonosor fue alejado de la gente y empezó a comer pasto como el ganado. Su cuerpo se empapó con el rocío. Le creció el pelo hasta que parecía que tuviera plumas de águila, y las uñas le crecieron tanto que parecían las garras de un ave. Cuando pasaron los siete años, yo, Nabucodonosor, miré hacia el cielo y recobré la razón. Alabé al Dios altísimo y bendije al que vive por siempre: Él es quien gobierna eternamente y su reino seguirá de generación en generación. Los habitantes de la tierra son insignificantes si se les compara con él. Hace siempre su voluntad, tanto entre los habitantes del cielo, como entre la gente de la tierra. Nadie puede estar en contra de su poder, ni preguntar por qué hace lo que hace. En ese momento, Dios me sanó de mi locura. Me devolvió mi reino y mi honor; mi cuerpo volvió a ser normal; mis consejeros y los miembros de la corte volvieron a confiar en mí. Volví a ser el rey y me volví más rico y poderoso que antes. Por eso, yo, Nabucodonosor, alabo, bendigo y doy gloria al Rey del cielo. Sus obras son justas y sus caminos rectos. Él es capaz de humillar a los arrogantes. (Daniel 4:31-37).

Continuando en Hechos de los Apóstoles, hallamos esta historia:

En Listra había un hombre que nunca había podido caminar porque era inválido de nacimiento. Este hombre estaba sentado escuchando y Pablo lo miró fijamente dándose cuenta de que el hombre tenía fe en que Dios lo podía sanar. Entonces Pablo le dijo con voz fuerte: —¡Levántate y ponte de pie! El hombre saltó y empezó a caminar. La gente se dio cuenta de lo que Pablo había hecho. Entonces empezaron a gritar en su propio idioma licaónico: — ¡Los dioses han bajado en forma de seres humanos! A Bernabé lo llamaban Zeus y a Pablo lo llamaban Hermes, porque era el que tomaba la palabra. El templo de Zeus estaba cerca de la ciudad. El sacerdote de ese templo trajo algunos toros y flores a las puertas de la ciudad, pues él y la gente querían ofrecer sacrificios en honor a Pablo y Bernabé. Al ver esto, los apóstoles rasgaron sus vestidos, corrieron hacia la multitud y les gritaron: —Señores, ¿qué es lo que están haciendo? ¡Somos seres humanos como cualquiera de ustedes! Estamos aquí para anunciarles la buena noticia de salvación, para que se alejen de lo que no vale la pena y se acerquen al Dios viviente. Él creó el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos. En el pasado, Dios dejó que las naciones hicieran todo lo que quisieran. Sin embargo, no significa que no estuviera presente. Dios dio prueba de ello cuidándolos y dándoles lluvias y cosechas a su debido tiempo para que tuvieran alimento suficiente y estuvieran contentos. Pablo y Bernabé les dijeron todo esto, pero aun así apenas pudieron impedir que la gente les ofreciera sacrificios. Entonces unos judíos vinieron de Antioquía e Iconio y convencieron a la gente para que se pusiera en contra de Pablo. Ellos lo apedrearon, lo arrastraron fuera de la ciudad y lo dejaron allí creyéndolo muerto. (Hechos 14:8-19).

¡Qué diferencia del Apóstol Pablo y de Bernabé con la de los gobernantes y políticos de hoy! No aceptaron que los calificaran y reconocieran como "dioses" del panteón griego. No aceptaron sacrificios u ofrendas florales de parte de la multitud y del sacerdote pagano de Listra. "Somos seres humanos" al igual que ustedes, dijeron ellos a sus frustrados "adoradores". Somos portadores de buenas nuevas de parte del Dios vivo y verdadero, creador de todo lo que existe. La multitud cambió de parecer cuando unos judíos venidos de Antioquía e Iconio los convencieron para ponerse en contra de quienes momentos atrás ellos mismos consideraban "dioses en forma humana". ¿Qué ganaron u obtuvieron los apóstoles al no dejar que la multitud los adorara? ¿Reconocimiento por su humildad? No. Pablo fue apedreado, arrastrado fuera de la ciudad y considerado muerto por sus "casi adoradores". De Bernabé no se dice nada al respecto.

Juan el bautista dijo de sí mismo al ser interrogado por los líderes religiosos de su tiempo acerca de quién era él, "Yo no soy el Cristo", "Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor". "Este es [hablando de Jesús] el que viene después de mí, el que es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado". "Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado delante de Él. Es necesario que Él crezca, pero que yo mengüe".

Un camino diferente al de Juan el bautista es el que han adoptado los políticos y los gobernantes terrenales, con sus honrosas excepciones, como el presidente Mujica de Uruguay y otros que seguramente los hay. La mayoría de los políticos y gobernantes quiere crecer mientras hace menguar a los ciudadanos de su país o a sus adversarios en la arena política.

Nuestro pueblo necesita hombres que no crean la mentira satánica dicha en el mismo Jardín del Edén, “el día en que comiereis de él (fruto prohibido), se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal,” porque nunca ningún ser humano será Dios. Somos creación suya, hechura de sus manos,  hechos a su imagen y semejanza. No podemos ser dioses, pero sí ser más humanos de lo que somos. Juan en su evangelio relata lo siguiente: Jesús entonces salió fuera llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo*: ¡He aquí el Hombre! (Juan 19:5). Jesús, siendo Dios, se hizo hombre y llegó a ser el paradigma por excelencia para todo ser humano.

A los siervos de Dios el Apóstol Pablo nos recuerda “no dejarnos amoldar por este mundo, sino  dejarnos transformar mediante la renovación de nuestro entendimiento”. El liderazgo humanista y antropocéntrico  es una de las tendencias que siempre ha querido moldear a los seguidores de Jesús.

Pero Jesús, llamándolos junto a sí, dijo: Sabéis que los gobernantes de los gentiles se enseñorean de ellos, y que los grandes ejercen autoridad sobre ellos. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera entre vosotros llegar a ser grande, será vuestro servidor, y el que quiera entre vosotros ser el primero, será vuestro siervo; así como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos (Mateo 20:25-28).

El modelo de liderazgo según Jesucristo es servir a los seguidores, no enseñorearse de ellos. Cuando un político o gobernante desarrolla algún proyecto o programa para la gente que gobierna, no lo hace por generosidad, sino porque es su deber. Si lo financiara de su bolsillo o de su sueldo, sí podría ser generosidad, pero si lo hace conforme a lo presupuestado y de los fondos recaudados de los impuestos, sólo es administración de los recursos de la nación. Nada extraordinario está haciendo. Para eso buscó ser elegido y para eso se le eligió. Es un servidor público, no un “dios” que deba ser adorado. No olvidemos esto. Recordemos la enseñanza de la Palabra de Dios para no caer en una adoración como la que fue dada a los emperadores romanos, a Adolfo Hitler y a Hugo Chávez, por citar algunos ejemplos, y a varios expresidentes de México.

El apóstol Pablo nos comparte lo siguiente en Filipenses 2:5-11: “Tengan la misma manera de pensar que tuvo Jesucristo: Aunque Cristo siempre fue igual a Dios, no insistió en esa igualdad. Al contrario, renunció a esa igualdad, y se hizo igual a nosotros, haciéndose esclavo de todos. Como hombre, se humilló a sí mismo y obedeció a Dios hasta la muerte: ¡murió clavado en una cruz!  Por eso Dios le otorgó el más alto privilegio, y le dio el más importante de todos los nombres,  para que ante él se arrodillen todos los que están en el cielo, y los que están en la tierra, y los que están debajo de la tierra; para que todos reconozcan que Jesucristo es el Señor y den gloria a Dios el Padre”.
Antes de su exaltación Jesús experimentó la humillación más grande que alguien haya sufrido o sufrirá en este mundo. Siendo Dios, se hizo hombre. Descendió siete escalones, por eso recibió del Padre el más alto privilegio y el nombre que es sobre todo nombre. Su camino fue hacia abajo, no hacia arriba. El Verbo se hizo carne, y vimos su gloria como la del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.

El verdadero Dios se hizo hombre para que los hombres pecadores pudiéramos y podamos conocer a Dios. ¡Qué ironía que simples hombres, quienes debieran servir al pueblo, quieran recibir trato, privilegios y adoración como si fueran dioses!

Floriano Ramos Esponda
   






[i] Hace años, mientras estudiaba el bachillerato en Guadalajara, un estudiante extranjero preguntó a quienes comíamos en la misma mesa cuál era el verbo que describía la acción de pasar la lengua por un plato. Yo contesté “lamber”, y una señorita presente me corrigió y dijo “no, no es lamber, sino lamer”. Confieso que apenado reconocí que estaba yo equivocado. Hace poco tiempo vi en Facebook una imagen con dos fotografías: 1) una en la cual se ve a un perro lamiendo un plato y tiene escrito el verbo “lamer”, 2) otra con una persona besando las botas de otro y dice “lamber” = acción efectuada por un lambiscón a otra persona con el fin de ganarse su favor.