domingo, 5 de enero de 2014

EL DIOS VIVO ES UN DIOS MISIONERO

12

 



John R. W. Stott 

(traducido por Floriano Ramos Esponda)

 


Millones de personas en el mundo de hoy son extremadamente hostiles a la empresa misionera cristiana.  La consideran, políticamente como destructiva o trastornadora  (porque afloja [distiende] el cemento que  da cohesión a  la cultura nacional), y religiosamente como de mente estrecha (ya que hace reclamos exclusivos para Jesús), a la vez que piensan que quienes están involucrados en la empresa misionera sufren de un imperialismo arrogante. Y el intento de convertir la gente a Cristo es rechazado como una interferencia imperdonable en sus vidas privadas.  "Mi religión es un asunto muy mío,” dicen ellos. “Preocúpate de tus propios asuntos y negocios, y déjame ocuparme de los míos.”


Es esencial, por lo tanto, para los cristianos entender el terreno sobre el cual descansa la misión cristiana. Solamente entonces seremos capaces de perseverar en la tarea  misionera, con coraje y humildad, a pesar de la oposición e incomprensión del mundo. Más precisamente, los cristianos bíblicos necesitan incentivos bíblicos. Porque creemos que la Biblia es la revelación de Dios y de su voluntad es que nos hacemos la pregunta: ¿Ha revelado Dios en las Escrituras que la “misión” es su voluntad para su pueblo? Solamente entonces estaremos satisfechos. Porque entonces se convertirá en un asunto de obediencia a Dios, sea lo que sea que otros piensen o digan. Aquí nos enfocaremos en el Antiguo Testamento, aunque la Biblia entera  es rica en evidencia del propósito  misionero de Dios.


El llamado de Abraham


Nuestra historia comienza hace cerca de cuatro mil años con un hombre llamado, Abraham, o más propiamente, Abram, que era como se llamaba en ese tiempo. He aquí el registro del llamado de Dios a Abram.


Y el Señor dijo a Abram: Vete de tu tierra, de entre tus parientes y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré. Haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendigan, y al que te maldiga, maldeciré. Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra. Y se fue Abram, tal como el Señor le había dicho; y Lot fue con él. Abram era de setenta y cinco años de edad cuando partió de Harán (Génesis 12:1, -4 LBLA).

Dios hizo una promesa (una promesa compuesta, como podremos ver) a Abraham. Y, un entendimiento de esa promesa es indispensable para un entendimiento de la Biblia y de la misión cristiana. Estos son quizá los versículos más unificadores en la Biblia; el propósito íntegro de Dios está encapsulado aquí.


A manera de introducción necesitaremos considerar la ubicación de esta promesa de Dios, el contexto en el cual fue dada. Luego dividiremos el resto de nuestro estudio en dos partes. Primero, la promesa (exactamente qué fue lo que Dios dijo que haría) y segundo - una sección más larga- su cumplimiento (cómo Dios ha guardado y cumplirá su promesa). Comenzaremos, sin embargo, con la ubicación y contexto.


Génesis 12 comienza: “Ahora, el SEÑOR dijo a Abram.” Suena abrupto para ser el inicio de un nuevo capítulo. Somos movidos a preguntar: “¿Quién es este ‘Señor’ que habló a Abraham?” Y “¿Quién es este ‘Abraham’ a quién Él habló?” Ellos no son introducidos al texto de manera imprevista. Un gran asunto descansa detrás de estas palabras. Éstas son una llave que sirve para abrir la Escritura como un todo. Los once capítulos previos conducen a esas palabras dichas; el resto de la Biblia las sigue y las complementa.

¿Cuál, entonces, es el trasfondo de este texto? Es éste. “El Señor” que eligió y llamó a Abraham es el mismo Señor quien, al inicio, creó los cielos y la tierra, y culminó su obra creativa al hacer al hombre y a la mujer criaturas únicas a su propia imagen y semejanza. En otras palabras, nunca deberíamos permitirnos olvidar que la Biblia comienza con el universo, no con el planeta tierra; luego, con el planeta tierra, no con Palestina;  luego con Adán, el padre de la raza humana, no con Abraham el padre del pueblo escogido.


Entonces, ya que, Dios es el  Creador del universo, la tierra y toda la humanidad,  nunca debemos  rebajarlo al status de una deidad tribal o una pequeña divinidad como Quemos el dios de los  Moabitas,  o Milcom (o Moloc) el dios de los  Amonitas,  o Baal la deidad masculina, o Astarot la deidad femenina de los Canaanitas. No debemos suponer que Dios escogió a Abraham y a sus descendientes porque Él había perdido el interés en otros pueblos o los haya abandonado o despreciado. La elección no es un sinónimo de elitismo. Por el contrario, como veremos pronto, Dios escogió a un hombre y su familia con el fin de, a través de ellos, bendecir a todas las familias de la tierra.


Por lo tanto, ¡nos sentimos profundamente ofendidos cuando el cristianismo es relegado a un capítulo en un libro sobre religiones mundiales como si fuese una opción entre muchas, o cuando se habla del "Dios cristiano" como si hubiese otros! No, solamente hay un Dios vivo y verdadero, el cual se ha revelado a sí mismo plenamente en su Hijo Unigénito, Jesucristo. El monoteísmo descansa en la misma base de la misión. Como Pablo escribió a Timoteo, “Hay un sólo Dios, y un sólo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Tim 2:5).


El Génesis registra el movimiento desde la creación de todas las cosas de parte del único Dios y de los seres humanos a su semejanza, hasta nuestra rebelión contra nuestro propio Creador y el juicio de Dios sobre sus criaturas rebeldes—un juicio que, sin embargo, es socorrido, por su primera promesa del evangelio en el sentido de que un día la simiente de la mujer  "machucaría", de hecho, “pulverizaría,” la cabeza de la  serpiente (3:15).


Los siguientes ocho capítulos (Génesis 4- 11) describen los devastadores resultados de la Caída en términos de la progresiva alienación de los seres humanos respecto a Dios y de los demás seres humanos. Este fue el escenario en el cual el llamado y la promesa de Dios llegan a Abraham. Todo en derredor era deterioro moral, oscuridad y dispersión. La sociedad estaba desintegrándose. Pero Dios el Creador no abandonó a los seres  humanos que Él había hecho a su semejanza e imagen (Gén. 9:6).Fuera de la impiedad prevaleciente Él llamó a un hombre y a su familia, y prometió bendecirlo no solamente a ellos, sino a todo el mundo a través de ellos. La dispersión no procedería sin control; ungran proceso de recolección podría comenzar ahora.


La Promesa


Entonces, ¿cuál fue la promesa que Dios hizo a Abraham? Fue una promesa compuesta de varias partes.


Primero, fue la promesa de una posteridad. Abram debía dejar su casa y su parentela, y a modo de intercambio por esa pérdida familiar Dios haría de él “una gran nación.” Más tarde, con el fin de indicar esto, Dios cambió su nombre de “Abram” (“padre exaltado”) a “Abraham” (“padre de una multitud”) porque, Dios dijo a  él, “Yo he hecho de ti un padre de una multitud de naciones” (17:5).


Segundo, fue la promesa de una tierra.  El llamado de Dios parece haber llegado a él en dos etapas, primero en Ur de los Caldeos mientras su padre aún vivía  (11:31; 15:7) y luego en  Harán después de que su padre había muerto (11:32; 12:1). En todos los eventos él tuvo que dejar sus propiedades y su tierra, en respuesta, Dios le mostró otro país.

Tercero, fue la promesa de una bendición. Cinco veces las palabras bendecir y bendición ocurren en12:2-3. La bendición que Dios prometió a  Abraham se derramaría sobre toda la humanidad. Una posteridad, una tierra una bendición. Cada una de estas promesas es elaborada en los capítulos que siguen al llamado de Abraham.


Primero, la tierraDespués de que Abraham había permitido generosamente que su sobrino Lot escogiera donde  ubicarse (él seleccionó el fértil Valle del Jordán), Dios dijo a Abraham: “Alza ahora los ojos y mira desde el lugar donde estás hacia el norte, el sur, el oriente y el occidente, pues toda la tierra que ves te la daré a ti y a tu descendencia1 para siempre.” (13:14-15).


Segundo, la posteridad. Algún tiempo más tarde Dios proveyó a Abraham otra ayuda visual, al decirle que viera no hacia la tierra sino hacia el cielo. Una noche clara y estrellada lo tomó fuera de su tienda de campaña y le dijo, “mira al cielo y cuenta las estrellas.” ¡Qué mandato tan ridículo! Quizá Abraham comenzó, “1, 2, 3, 5, 10, 20, 30...,” pero pronto se dio por vencido. Era una tarea imposible. Entonces Dios le dijo: “Así serán tus descendientes". Y leemos: “Él creyó al Señor.” Aunque él probablemente en ese tiempo era de ochenta y tantos años, y aunque él y Sara no tenían hijos, Abraham creyó a Dios y a su promesa, por lo que Dios “lo reconoció como justo.” Debido a que él confió en Dios, Dios lo aceptó como justo ante sus ojos (15:5-6).


Tercero, la bendición. “Te bendeciré.” Ya Dios ha aceptado a Abraham como justo o (para usar una expresión del Nuevo Testamento) lo ha “justificado por la fe.” Ninguna bendición mayor es concebible. Esta es la bendición fundamental del pacto de gracia, el cual unos pocos años después Dios elaboraría  a Abraham: “Y estableceré mi pacto contigo1 y con tu descendencia2 después de ti, por todas sus generaciones, por pacto eterno, de ser Dios tuyo y de toda tu descendencia después de ti. Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra de tus peregrinaciones, toda la tierra de Canaán como posesión perpetua; y yo seré su Dios.” (17:7-8). Y les dio la circuncisión como la señal externa y visible de su pacto de gracia o compromiso de ser su Dios. Esta es la primera vez en las Escrituras que oímos la fórmula del pacto que se repetirá muchas veces más tarde: “Yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.”


Una tierra, una posteridad, una bendición—Pero, ¿qué tiene que ver todo esto con la misión? Para eso, vayamos ahora de la promesa al cumplimiento. 

 

 

El Cumplimiento

 

El asunto completo del cumplimiento de la profecía del Antiguo Testamento es muy difícil, y frecuentemente sufre de malos entendidos y mucho desacuerdo. De particular importancia es el principio, con el cual pienso que todos estaremos de acuerdo, que los escritores del Nuevo Testamento entendieron ellos mismos que las profecías del Antiguo Testamento no tenían un sólo cumplimiento sino uno triple - pasado, presente y futuro.  El pasado fue un cumplimiento inmediato o histórico en la vida de la nación de Israel. El presente es un cumplimiento intermedio o evangélico en Cristo y su Iglesia. El futuro será un cumplimiento último o escatológico en los cielos nuevos y tierra nueva. 


La promesa de Dios a Abraham recibió un cumplimiento histórico inmediato en sus descendientes físicos, el pueblo de Israel.

 

La promesa de Dios a Abraham de una posteridad numerosa, de hecho innumerable, fue  confirmada a su hijo, Isaac (26:4, “como las estrellas del cielo”), y a su nieto, Jacob (32:12, “como la arena del mar”). Gradualmente la promesa comenzó a cumplirse literalmente.  Quizá podríamos entresacar algunas de las etapas en este desarrollo.


La primera etapa tiene que ver con los años de esclavitud en Egipto, de lo cual está escrito, “Los descendientes de Israel fueron fructíferos y aumentaron grandemente; ellos se multiplicaron y se desarrollaron excesivamente fuertes; de tal modo que la tierra fue llena con ellos” (Ex 1:7; cf. Hechos 7:17). La siguiente etapa que mencionaré vino varios cientos de años más tarde cuando el Rey Salomón llamó a Israel “un gran pueblo que no puede ser  contado o enumerado por ser una multitud” (1 R 3:8). Una tercera etapa fue unos trescientos cincuenta años después de Salomón; Jeremías advirtió a Israel  acerca de detener el juicio y la cautividad,  y luego añadió esta promesa divina de restauración: "Como no se puede contar el ejército del cielo, ni se puede medir la arena del mar, así multiplicaré la descendencia de mi siervo David y de los levitas que me sirven." (Jeremías 33:22)


Dios cumplió sus promesas acerca de la posteridad y la tierra, al menos en parte. Ahora ¿qué pasó con la bendición? Bueno, en el Sinaí Dios confirmó clarificó su pacto con Abraham, y se comprometió a sí mismo como el Dios de Israel (por ejemplo, Ex. 19:3-6). Y en todo el resto del Antiguo Testamento, Dios contin bendiciendo a los obedientes, mientras que los rebeldes cayeron bajo su juicio.

 

Esto en cuanto a la posteridad de Abraham; ¿qué pasa con la tierra? Una vez más observamos con adoración y gratitud la fidelidad de Dios a su promesa. Porque fue en recuerdo de la promesa a Abraham, Isaac y Jacob que Él primero rescató a su pueblo de la esclavitud de Egipto y les dio el territorio que de esa cuenta vino a ser llamado " la tierra prometida" (Ex. 02:24 ; 3 : 6 ; 32:13 ), y luego restaurado a ellos unos setecientos años después de su cautiverio en Babilonia. Sin embargo, ni Abraham ni sus descendientes físicos heredaron completamente la tierra. Como dice Hebreos 11, que "por la fe murieron sin haber recibido lo prometido." En cambio, como " extranjeros y peregrinos sobre la tierra" ellos "esperaban la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios" (Hebreos 11:8-16, 39-40).

 

Quizá el ejemplo más dramático viene al inicio de la profecía de Oseas, en la cual se le dice al profeta que ponga nombre a sus tres hijos con nombres que describen el terrible y progresivo juicio de Dios sobre Israel. A su primogénito (un varón) lo llamó “Jezreel,” que significa “Dios esparcirá.” La próxima fue una hija “Lo- ruhamah,” que significa “no compadecida,” porque Dios dijo que no tendría ya más piedad o compasión ni perdonaría a su pueblo. Finalmente tuvo otro hijo “Lo- ammi,” que significa “no mi pueblo,” porque Dios dijo que ellos no eran más su pueblo. ¡Qué nombres tan terribles para el pueblo escogido de Dios! Sonaban como una devastadora contradicción de la promesa eternal de Dios a Abraham. Pero Dios no se detiene allí. Porque más allá del juicio venidero habría una restauración, la cual es descrita en palabras que una vez más hacen eco de promesa hecha a  Abraham: “pero el número del pueblo de Israel será como la arena del mar, la cual no puede ser medida ni contada” (Os 1:10). Y luego, los juicios  implícitos en los nombres de los hijos de Oseas serían revertidos. Habría una reunión en lugar de una dispersión ("Jezreel" es ambiguo y puede implicar tampoco), "no compadecida" sería compadecida, y "no mi pueblo" se convertiría en "hijos del Dios viviente" (1:10-2: 1).” (1:10-2:1).


Lo maravilloso de esto es que los apóstoles Pablo y Pedro citan ambos estos versículos de Oseas. Ellos ven su cumplimiento no sólo en una multiplicación adicional de Israel, sino en la inclusión de los gentiles en la comunidad de Jesús: " Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; pues vosotros en otro tiempo no erais pueblo, pero ahora sois el pueblo de Dios; no habíais recibido misericordia, pero ahora habéis recibido misericordia." (1 P. 2:9-10; cf Rom9:25-26).


Esta perspectiva del Nuevo Testamento es esencial conforme leemos las profecías del Antiguo Testamento. Porque lo que nos falta en el Antiguo Testamento es una explicación clara de cómo la bendición prometida por Dios desbordaría desde Abraham y sus descendientes hasta "todas las familias de la tierra." Aunque Israel es descrito como "una Luz para las naciones," y tiene una misión de "hacer justicia a las naciones" (Isaías 42:1-4, 6, 49:6), en realidad no vemos que esto esté sucediendo. Essolamente eel Señor Jesús mismo que estas profecías cumplidas, porque sólo en su día, serán las naciones realmente incluidas en la comunidad redimida. A eso nos dirigimos ahora.

 

La promesa de Dios a Abraham recibe un cumplimiento intermedio o evangélico en Cristo y su iglesia.


Casi la primera palabra del Nuevo Testamento entero es la palabra Abraham. El Evangelio de Mateo comienza, “El libro de la genealogía de Jesucristo, el hijo de David, el hijo de Abraham. Abraham fue el padre de Isaac....” De este modo  Mateo traza el inicio no sólo de la genealogía sino del evangelio de Jesucristo mismo tan atrás hasta llegar a Abraham. Mateo sabe que lo que está registrando es el cumplimiento de la antigua promesa de Dios a Abraham hecha unos dos mil años antes. (Ver tambiénLucas 1:45-55, 67-75.)  Sin embargo, desde el principio Mateo reconoce que no es sólo la descendencia física de Abraham lo que califica a la gente a heredar las promesas, sino una especie de ascendencia espiritual, a saber, el arrepentimiento y la fe en la venida del Mesías.


Fue este mensaje de Juan el Bautista a las multitudes que acudieron a escucharle: "No penséis decir dentro de vosotros mismos: "Tenemos a Abraham por padre", porque os digo que Dios es capaz delevantar hijos a Abraham a partir de estas piedras" (Mat. 3:9; Lc. 3:8; cf. Jn. 8:33- 40). Las implicaciones de sus palabras  habrían causado un shock a sus oyentes ya que “era una creencia común en ese tiempo que ningún descendiente de Abraham se perdería.”


Y Dios ha levantado hijos a Abraham, si no de las piedras, si de una fuente igualmente  improbable, a saber, ¡los gentiles! Así que Mateo, aunque es el más judío de los cuatro escritores de los evangelios, registra más tarde que Jesús había dicho, “Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos. Pero los hijos del reino serán arrojados a las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes.” (8:11-12; cf. Lucas 13:28-29).


Es difícil para nosotros comprender lo chocante, lo completamente al revés, que estas palabras habrían sonado a los oyentes judíos de Juan el Bautista y Jesús. Eran los descendientes de Abraham; así que tenían un título de las promesas que Dios hizo a Abraham. ¿Quiénes, pues eran esos forasteros que iban a participar de las promesas, y que aparentemente los usurparíana la vez que ellos mismos serían descalificados? Ellos se indignaron. Bastante habían olvidado que parte de la alianza de Dios con Abraham prometió un desbordamiento de bendición a todas las naciones de la tierra. Ahora los judíostuvieron que aprender que era en relación a Jesús, el Mesías, quien él mismo era simiente de Abraham, que todas las naciones serían bendecidas.

 

El apóstol Pedro parece al menos haber comenzado a comprender esto en su segundo sermón, justo después de Pentecostés. En él se dirigió a una multitud judía con las palabras: "Ustedes son los hijos... del pacto que Dios dio a nuestros padres, diciendo a Abraham: Y en tu posteridad todas las familias de latierra serán bendecidas." Dios, habiendo levantado a su Hijo [Jesús], lo envió primero a ustedes, parabendecirlos y para que cada uno de ustedes se convierta de su maldad "(Hechos 3:25-26). Es una declaración muy notable porque él interpreta la bendición en los términos morales de arrepentimiento yde justicia, y porque, si Jesús fue enviado "primero" para los judíos, fue presuntamente enviado tambiéna los gentiles, cuyas "familias de la tierra" habían estado "muy lejos" (cf. Hechos 2:39), pero ahora se lescompartía la bendición.


Fue dado al apóstol Pablo, sin embargo, llevar este maravilloso tema a su completo desarrollo. Porque él fue llamado y nombrado para ser el apóstol de los gentiles, y le fue revelado el propósito de Dios eterno, pero hasta ahora secreto, de hacer a judíos y gentiles "coherederos, miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio "(Ef. 3:06). Negativamente, Pablo declara con mucha franqueza: "No todos los que descienden de Israel son israelitas, y no todos son hijos de Abraham, ya que son sus descendientes" (Romanos 9:6-7).

 

¿Quiénes son los verdaderos descendientes de Abraham, los verdaderos beneficiarios de las promesas de Dios a él? Pablo no nos deja con la duda. Esos verdaderos beneficiarios son los creyentes en, y seguidores de Cristo de cualquier raza. En Romanos 4, señala que Abraham no sólo recibió la justificación por la fe, sino también que recibió dicha bendición antes de que él fuese circuncidado. Por lo tanto, Abraham es el padre de todos los que, ya sea circuncidados o no circuncidados (es decir, judíos o gentiles), "sigan el ejemplo de [su] fe" (Rom. 4:9-12). Si "Compartimos la fe de Abraham," entonces"él es el padre de todos nosotros, como está escrito:" Yo te he puesto por padre de muchas naciones '"(vv. 16-17). Por lo tanto, ni la descendencia física de Abraham, ni la circuncisión física como un judío hacen a una persona un verdadero hijo de Abraham, sino la fe. Los verdaderos descendientes de Abraham son los creyentes en Jesucristo, sea que racialmente sean judíos o gentiles.

 

¿Cuál es entonces la "tierra", que los descendientes de Abraham heredan? La carta a los Hebreos se refiere a un "descanso" que el pueblo de Dios entra ahora por la fe (Hebreos 04:03). Y en una expresión más notable Pablo se refiere a "la promesa a Abraham y a sus descendientes, que heredarían el mundo" (Rom. 4:13). Uno sólo puede suponer que quiere decir lo mismo que cuando a los Corintios escribe que en Cristo "todo es vuestro: ya sea Pablo, o Apolos, o Cefas, o el mundo, la vida, la muerte, el presente o el futuro, todo es vuestro" (1 Cor 3:21-23). Los cristianos, por la maravillosa gracia de Dios, son coherederos con Cristo del universo.

 

Una enseñanza algo similar, tanto sobre la naturaleza de la bendición prometida como sobre sus beneficiarios, es dada por Pablo en Gálatas 3Él, primerrepite la forma en que Abraham fue justificado por la fe, y luego continúa: "Así que puedes ver que son los hombres de fe, quienes son hijos de Abraham", y quienes por lo tanto "son bendecidos con Abraham que tenía fe" (vv. 6-9) . ¿Cuál es entonces la bendición con la cual todas las naciones serían benditas (v. 8)? En una palabraes la bendición de la salvación. Estábamos bajo la maldición de la leypero Cristo nos ha redimido de eso, habiéndose hecho maldición en nuestro lugar, a fin de "que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, para que recibiéramos la promesa del Espíritu por la fe" (vv. 10-14). Cristo llevó nuestra maldición para que podamos heredar la bendición de Abraham, la bendición de la justificación (v. 8) y de la morada del Espíritu Santo (v. 14). Pablo lo resume en el último versículo del capítulo (v. 29): "Si vosotros sois de Cristo, entonces sois descendencia de Abraham, herederos según la promesa."


Pero todavía no hemos terminado aún. Hay una tercera etapa de cumplimiento aún por llegar.

 

La promesa de Dios a Abraham recibirá un cumplimiento final o escatológico en el destino final de todos los redimidos.

 

En el libro de Apocalipsis hay una referencia más a la promesa de Dios a Abraham (7:9 sigs.) Juan ve en una visión "una gran multitud, la cual nadie podía contar." Se trata de una multitud internacional,conformada "de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas." Y ellos están "de pie delante del trono," el símbolo del reinado de Dios. Es decir, su reino ha llegado por fin, y ellos están disfrutando de todas las bendiciones de su reinado de gracia. Él los protege con su presencia. Sus días de hambre, sed y calor abrasador en el desierto se han terminado. Por fin han entrado en la tierra prometida, descrita ahora no como "una tierra que mana leche y miel", sino como una tierra de regadío de "fuentes de agua viva" que nunca se secará. Pero ¿cómo llegaron a heredar estas bendiciones? En parte debido a que han "salido de una gran tribulación", pero sobre todo porque "han lavado sus vestiduras y las han blanqueado en la sangre del Cordero", es decir, que han sido limpiados de pecado y revestidos de la justicia por los méritos de la muerte de Jesucristo solamente"Por esto están delante del trono de Dios."


Hablando a título personal, me resulta extremadamente emocionante vislumbrar este cumplimiento final en una eternidad futura de esa antigua promesa dada por Dios a Abraham. Todos los elementos esenciales de la promesa se ​​pueden detectar. Por aquí están los descendientes espirituales de Abraham, una "gran multitud, la cual nadie podía contar", como incontables como la arena de la orilla del mar y como las estrellas en el cielo nocturno. Están también aquí "todas las familias de la tierra" siendobendecidas, porque la multitud innumerable está compuesta por personas de todas las naciones. Aquí también es la tierra prometida, a saber, todas las ricas bendiciones que fluyen del gobierno misericordioso de la gracia de Dios. Y, sobre todo, es Jesucristo, la simiente de Abraham, quienderramó su sangre por nuestra redención y quien otorga sus bendiciones sobre todos los que le invocan para ser salvos.

 

Conclusión

Déjame tratar de resumir lo que aprendimos acerca de Dios a partir de la promesa hecha a Abraham y de su cumplimiento.


Primero, Él es el Dios de la historia.


La historia no es un flujo de eventos al azar. Dios está obrando en el tiempo y sacando adelante un plan el cual Él concibió en la eternidad pasada y que consumará en una eternidad futura. En este proceso histórico Jesucristo, como la simiente de Abraham, es la figura clave. Regocijémonos que si somos discípulos de Cristo somos descendientes de Abraham. Pertenecemos a su linaje  espiritual. Si hemos recibido las bendiciones de la justificación por la fe, aceptación con Dios y la morada o habitación del Espíritu Santo, entonces somos los beneficiarios hoy de una promesa hecha a Abraham cuatro mil años atrás. Somos la simiente de Abraham por la fe, y las familias de la tierra serán benditas solamente sí vamos a ellas con el evangelio de Jesucristo.


Segundo, Él es el Dios del pacto.


Esto es, Dios es un Dios que tiene la gracia suficiente para hacer promesas, y Él siempre cumple laspromesas que hace. Es un Dios de amor y fidelidad constantes. No que siempre cumpla sus promesas inmediatamente. Abraham y Sara “murieron en fe no habiendo recibido lo que les fue prometido, pero habiéndolo visto y saludado desde lejos” (Heb. 11:13). Esto es, aunque Isaac les nació en cumplimientode la promesasu simiente no era aún numerosa, ni les fue dada la tierra, ni fueron las naciones bendecidasTodas las promesas de Dios vienen a ser ciertaspero son heredadas “través de la fe ypaciencia (Heb 6:12). Debemos esperar contentos el tiempo de Dios.


Tercero, Él es el Dios de la bendición.


Te bendeciré,” había dicho Dios a Abraham (n. 12:2). “Dios...lo envió [Jesús] a ustedes primeroa bendecirlos,” dijo Pedro como un eco (Hechos 3:26). La actitud de Dios para su pueblo es positiva, constructiva y enriquecedoraEl juicio es su extraña tarea” (Isa 28:21). Su obra principal ycaracterísticebendecir a su pueblo con salvación.

 

Cuarto, Él es el Dios de misericordia.

 

Siempre he obtenido mucho confort de la declaración de Apocalipsis 7:9 de que la compañía de los redimidos en el cielo será "una gran multitud, la cual nadie podía contar." Yo no pretendo saber cómopuede ser esto, ya que los cristianos siempre han parecido ser una minoría bastante pequeñaPero la Escritura declara esto para nuestra comodidadAunque ningún cristiano bíblico puede ser ununiversalista (la creencia de que toda la humanidad será finalmente salvada), ya que la Escritura enseñala terrible realidad y la eternidad del infierno, pero un cristiano bíblico puede -incluso debe-afirmar quelos redimidos de alguna manera serán una multitud internacional tan grande como para poder sercontados e enumerados. Porque la promesa de Dios se va a cumpliry la simiente de Abraham va a sertan innumerable como el polvo de la tierralas estrellas del cielo y como la arena del mar.

Quinto, Él es el Dios de la misión.


Las naciones no son recogidas en forma automática. Si Dios ha prometido bendecir a "todas las familias de la tierra", ha prometido hacerlo "a través de la simiente de Abraham" (Génesis 12:03; 22:18). Ahoranosotros somos la simiente de Abraham por la fe, y las familias de la tierra serán bendecidas sólo si vamos a ellos con el evangelio. Ese es el claro y simple propósito de Dios.

Pido a Dios que estas palabras, "todas las familias de la tierra", pueden ser escritas en nuestros corazones. Esta expresión, más que cualquier otra, revela que el Dios viviente de la Biblia es un Dios misionero. Es esta expresión también la que condena toda nuestro pequeño parroquialismo y el nacionalismo estrecho, nuestro orgullo racial (ya sea blanco o negro), nuestro paternalismo condescendiente y arrogante imperialismo. ¿Cómo nos atrevemos a adoptar una actitud hostil o desdeñosa o incluso indiferente a cualquier persona de otro color o cultura si nuestro Dios es el Dios de "todas las familias de la tierra?" Necesitamos llegar a ser cristianos globales con una visión global, ya que tenemos un Dios global. Así que Dios nos ayude a no olvidar nunca su vieja promesa de cuatro mil años de edad, hecha a Abraham: "Por ti y por tu descendencia todas las naciones de la tierra serán bendecidas."


Preguntas de estudio


1¿Por qué es importante que el registro bíblico comience con el Dios Creador en lugar de abrir conhistorias sobre el Dios de Abraham?


2Describlo que significa para John R. W. Stott el hecho de que la promesa de Dios tiene "triplecumplimiento". ¿Cómo fue la promesa de una tierrauna posteridady una bendición cumplida en el pasado? ¿Cómo está la promesa recibiendo cumplimiento en el presente? ¿Cómo la promesa de Dios a Abraham recibirá su cumplimiento final en el futuro?