viernes, 14 de noviembre de 2014

VINO NUEVO EN ODRES NUEVOS

VINO NUEVO EN ODRES NUEVOS 

Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la extraordinaria grandeza del poder sea de Dios y no de nosotros 2a Corintios 4:7. 

En este pasaje Pablo está diciendo que lo importante no es el recipiente, sino lo que está contenido en él. El evangelio es el tesoro, los predicadores son los vasos de barro. En el tema que nos ocupa, lo importante es el vino, no el odre. El recipiente puede y debe cambiar, el contenido NO, nunca.

 I. EL VINO NUEVO DEBE IR EN RECIPIENTES NUEVOS.

 1. Los discípulos de Juan se le acercaron entonces, y le preguntaron: «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos muchas veces, y tus discípulos no?» Jesús les respondió: «¿Acaso los invitados a una boda pueden estar de luto mientras el esposo está con ellos? ¡Claro que no! Pero vendrán días, cuando el esposo les será quitado. Entonces ayunarán. Nadie remienda un vestido viejo con un paño de tela nueva, porque la tela nueva estira la tela vieja, y la rotura se hace peor. Ni tampoco se echa vino nuevo en odres viejos, porque el vino nuevo revienta los odres, y entonces el vino se derrama y los odres se echan a perder. Más bien, el vino nuevo debe echarse en odres nuevos, y tanto lo uno como lo otro se conserva juntamente.» (Mateo 9:14-17 RVC). 

El Señor Jesucristo, al venir a la tierra se encontró con que la fe monoteísta de los descendientes de Abraham se había convertido en un sistema religioso fuertemente legalista y rígido. De la idolatría que reinaba en tiempos del A.T. habían pasado a la religiosidad externa e hipócrita con la que Él tuvo que lidiar y hacerle frente. La persona y las enseñanzas de Jesús, y luego su obra consumada en la Cruz del Calvario, fueron rechazadas por los religiosos (fariseos, escribas y saduceos) de su tiempo. La simplicidad y sencillez, la vida misional y no institucional, y el mensaje que predicaba hicieron de Jesús un enemigo del status quo religioso del primer siglo. Así que obviamente su mensaje nuevo y su forma de ser, chocaron con los esquemas mentales y religiosos de su tiempo. De ahí que cuando Él formó su grupo de discípulos no haya escogido a nadie con trasfondo religioso profesional, sino gente sencilla y sin prejuicios religiosos en contra suya. 

Tela nueva= literalmente, "sin encoger". El significado de esta metáfora es que las enseñanzas de Jesús acerca del reino "tela nueva" no son compatibles con las tradiciones "vestidos viejos" de los fariseos. Que la tela nueva no funciona bien con tela vieja es análogo con tratar de "completar" la verdad del nuevo pacto con las antiguas formas mosaicas ceremoniales. Los odres se revientan. El vino nuevo se dilata durante la fermentación. Los odres nuevos pueden dilatarse durante este proceso sin romperse, pero los odres viejos que ya se han dilatado al máximo, se revientan. Las pieles de los animales eran utilizadas en la fermentación del vino por su elasticidad. Una vez que el vino fermentaba, la presión subía estirando el odre. Una piel previamente estirada carecería de elasticidad y podría romperse, estropeando tanto el vino como el odre. Jesús usa esto como una ilustración para enseñar que las formas de los antiguos rituales, como la práctica del ayuno celebrada por los fariseos y los discípulos de Juan, no estaba ajustada al vino nuevo de los tiempos del nuevo pacto (Col. 2:17). 

En los tiempos bíblicos, el vino no era guardado o contenido en botellas sino en pieles de cabra cosidas alrededor de los bordes para formar una bolsa que retuviera el líquido. El vino nuevo se expandía a medida que se fermentaba, extendiendo así a su recipiente. Después de que el vino se iba añejando, la piel estirada explotaría si se le introdujera más vino nuevo. El vino nuevo, por lo tanto, debería ponerse dentro de odres nuevos. Jesús usó esta descripción para explicar que Él no había venido a arreglar (parchar) el viejo sistema religioso del judaísmo con sus reglas y tradiciones. Su propósito era traer algo nuevo, aunque había sido profetizado por siglos. Este mensaje nuevo, el evangelio, decía y dice que Jesucristo, el Hijo de Dios, vino a la tierra a ofrecer perdón de pecados y reconciliación con Dios a quienes se arrepintieran de sus pecados y pusieran su fe en Él. El evangelio no encajó ni encaja hoy con un sistema religioso legalista y rígido. Necesitó un comienzo fresco y nuevo, y lo mismo requiere hoy. El mensaje del evangelio siempre permanecerá "nuevo" porque debe ser entendido, aceptado y aplicado en cada generación. Cuando seguimos a Jesucristo, debemos estar preparados para nuevas maneras de vivir, nuevos modos de ver a las personas, y nuevas formas de servirles. En ambas analogías (vv.16, 17) el Señor está diciendo que lo que los fariseos hacían en el ayuno y en otros rituales no formaba parte del evangelio. 

Hoy, los primeros odres que deben romperse o cambiarse son las estructuras mentales que hemos dejado que se formen en nuestro ser. La Palabra de Dios es viva y eficaz, el mensaje del evangelio siempre es nuevo, pertinente y relevante, pero son las estructuras mentales (paradigmas) de los cristianos y sus líderes las que deben renovarse a fin de poder contener esa verdad siempre nueva y viva del evangelio de nuestro Señor Jesucristo y dejarlo correr como ríos de agua viva. De hecho, el apóstol Pablo nos insta a transformarnos mediante la renovación de nuestro entendimiento, para poder comprender la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta (Romanos 12:2). 

Debemos vernos como Dios nos ve, y actuar en consecuencia. Él nos ve como ciudadanos de su Reino, no como simples miembros de una iglesia local. Nos ve como enviados, no como gente sentada. Nos ve como llamados, dotados, equipados y empoderados por el Espíritu Santo para hacer discípulos a todas las naciones, no como gente dependiente de los profesionales del púlpito (y digo esto siendo una persona que por 27 años se ha dedicado al ministerio pastoral, docente, evangelístico y de siembra de iglesias). Dios quiere que nos veamos como Él nos ve, ese pueblo que confía en Él, que se arriesga, que se compromete, que por amor y gratitud a Él presenta su vida en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios. Estoy convencido que sólo la acción del Espíritu Santo y de la Palabra de Dios podrán romper los paradigmas que impiden que el mensaje siempre nuevo y fresco del Evangelio cambie a nuestras iglesias y de ahí al mundo. Es tiempo de recuperar la verdadera naturaleza misional de la iglesia de Jesucristo. Es tiempo de que el Dios Trino haga pedazos la mentalidad consumista y enfocada hacia dentro que caracterizan a la mayoría de las iglesias y de los cristianos. 

Debemos dejar de ver a la iglesia como un lugar, como una institución de mantenimiento o como un club al cual venimos a que nos provean de bienes y servicios religiosos. Hay una rica y abundante fuente de imágenes de la iglesia en la Biblia que espera ser estudiada y aplicada en la vida de nuestras iglesias como para que sigamos presos de ideas e imágenes extrabíblicas que distorsionan e impiden que cumplamos la Misión de Dios. Si nuestros paradigmas no cambian, los otros cambios serán sin provecho, sin fruto y de corta duración. Pero si primero experimentamos cambios de paradigmas, los otros cambios se darán de una mejor manera y permanecerán llevando fruto para Dios el tiempo que Él quiera. 

Los otros cambios necesarios son en el campo de las estructuras eclesiásticas. Debemos recordar que las estructuras son solamente medios para que el fin o razón de ser de la iglesia se cumpla. Hay iglesia porque hay misión. La misión consiste en demostrar y extender el Reino de Dios. La historia nos enseña que las estructuras, han llegado a ser obstáculos en vez de ayuda para la consecución de la misión de Dios, cuando se han endiosado, divinizado e idolatrado. Hemos fallado en reconocer que las estructuras que en un tiempo nos fueron útiles, en otro podrán estorbarnos. Lo que permanece para siempre es la Palabra de Dios, no las estructuras eclesiásticas con sus programas, y actividades. Nuestro compromiso es con el Reino de Dios y la Misión de Dios, no con una denominación o estructura, por mucho que ésta nos guste o nos haga sentir cómodos. 

También les contó una parábola: «Nadie corta un retazo de un vestido nuevo para remendar un vestido viejo. Si lo hace, no solamente arruinará el vestido nuevo, sino que el remiendo no quedará bien en el vestido viejo. Ni tampoco se echa vino nuevo en odres viejos, porque el vino nuevo hará que se revienten los odres; entonces el vino se derramará, y los odres se echarán a perder. El vino nuevo debe echarse en odres nuevos. Así, tanto el vino como los odres se conservan. Y nadie que haya bebido el vino añejo, quiere beber el nuevo, porque dice: “El vino añejo es mejor.”» (Lucas 5:36-39 RVC).

 Hay gente, siempre ha habido y la habrá, que se encariña con lo viejo y lo considera mejor, a pesar de que los cambios en nuestro derredor demanden de nosotros nuevos acercamientos a la Biblia, a la iglesia y a la cultura. Estos son los que dicen, “aquí siempre lo hemos hecho de esta manera” o “nunca lo hemos hecho de ese otro modo”. Repito, el mensaje del evangelio no cambia, pero la manera de vivirlo, compartirlo y multiplicarlo siempre debe estar cambiando ya que éste por naturaleza es adaptable a toda época y cultura. 

II. EL CRISTIANO SABIO SABE COMBINAR CON DISCERNIMIENTO LO VIEJO Y LO NUEVO DEL REINO DE DIOS. 

2. Jesús les preguntó: «¿Han comprendido todo esto?» Ellos respondieron: «Sí, Señor.» Él les dijo: «Por eso todo escriba que ha sido instruido en el reino de los cielos es semejante al dueño de una casa, que de su tesoro saca cosas nuevas y cosas viejas.» (Mateo 13:51-52 RVC).

Los escribas copiaban la ley del AT y eran instruidos en la ley (llamada "Torah" en hebreo). Después de pasar varios años estudiando la ley mosaica, eran ordenados para servir como jueces en casos civiles y los llamaban "Rabí". Los escribas tomaron el lugar de los profetas del A. T. en cuanto a autoridad y honor, ya que se creía que ellos tenían conocimiento secreto de Dios. Generalmente pertenecían a los fariseos. 

Los discípulos no despreciarían las cosas viejas en honor de las nuevas. Por el contrario, las nuevas visiones que habían obtenido de las parábolas de Jesús vendrían a ser entendidas a la luz de las antiguas verdades y viceversa. Es decir, nuevas verdades acerca del reino reveladas en estas parábolas, y antiguas verdades reveladas en el A. T. En este capítulo 13 Jesús está hablando a sus discípulos sobre el Reino de Dios, y para hacerlo usa su recurso predilecto, las parábolas. Para ser exactos, usa siete, de las cuales explica dos detalladamente a sus discípulos.

 Un escriba era alguien sumamente conocedor del Antiguo Testamento. Pero un escriba que había sido instruido en el reino de los cielos conocía tanto el Antiguo Testamento como las enseñanzas de Jesús sobre el Reino de Dios. Esa mezcla de enseñanzas representa un tesoro del cual se pueden extraer cosas nuevas (mensaje de Jesús acerca del Reino de Dios) y cosas viejas (Antiguo Testamento). De igual modo hoy, tenemos que entender que no hay que desechar todo lo antiguo por el simple hecho de serlo. El sabio hoy es quien sabe qué cosas antiguas puede seguir usando y qué cosas ya han quedado en desuso y están obsoletas. No todo lo nuevo es bueno o bíblico. No todo lo antiguo es malo. Hay cosas que funcionaron muy bien en la modernidad, pero hoy en la posmodernidad no funcionan más ni conviene seguirlas usando. La sabiduría estriba en saber qué cosas debemos seguir manteniendo y qué cosas no usar más. No me refiero a la sana doctrina, sino a prácticas, estructuras, programas, metodologías estrategias que son las formas externas con las que algunos se casan de por vida. 
Recordemos:

Algunas cosas necesitan ser retenidas. 

Algunas cosas necesitan ser soltadas o liberadas. 

Algunas cosas necesitan ser recordadas.

Floriano Ramos Esponda
Iglesia Bautista Vista Hermosa
San Salvador

jueves, 6 de noviembre de 2014

DESARROLLANDO TU FE-1 "La necesidad de crecer espiritualmente"

DESARROLLANDO TU FE

Por Jerry Bridges
Traducido por Floriano Ramos Esponda

Un panorama (vistazo general).

Prefacio – Los cristianos que no están creciendo tienen dos  problemas: no saben cómo crecer, y no saben que deben crecer.

SECCIÓN I – LA NECESIDAD DE CRECER ESPIRITUALMENTE

Capítulo 1 – El fundamento para el crecimiento espiritual.

Crecer es una expresión  normal de la vida. Si una cosa viviente no está creciendo, sabemos que algo está o anda mal. Esta es la razón por la cual la Biblia nos urge a crecer. “Crezcan en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.” 2 Pedro 3:18.

• Crecemos “más y más” – esto es, nuestro crecimiento se incrementa.
• Crecemos  intencionalmente, no pasivamente.
• Crecemos de manera apropiada, usando los medios de crecimiento dados por Dios en la Biblia.
• Crecemos cuando entendemos correctamente la gracia de Dios, y de modo consistente nos la apropiamos.

La gracia nos "enseña" a decir ‘No’ a pasiones impías y mundanas, y a vivir vidas auto controladas, santas y piadosas (Tito  2:12) – ésta no es una gracia indulgente que  ignora nuestro pecado.

Y aun más,
• La aprobación de Dios fue obtenida para nosotros por Cristo en su vida sin pecado y su muerte sustitutiva. No podíamos obtener dicha aprobación, pero lo que Él obtuvo es considerado nuestro.
• Gracia es el favor de Dios a través de Cristo a gente que no merece su favor, sino lo contrario.
• El favor de Dios no es sólo una disposición favorable hacia nosotros, sino la acción de Dios para nuestro bien: salvarnos, darnos fuerza, sostenernos, y equiparnos para el ministerio.
• Tal como nada pudiste hacer para ganar tu salvación, así tampoco puedes hacer nada para ganar el favor de Dios en tu vida diaria.

Si no te aferras a esta verdad, las disciplinas espirituales que intentabas te ayudasen a crecer se convertirán en cargas pesadas por hacer y las harás con el fin de mantener ese favor de Dios para contigo.

Soportes o sujetadores: hay dos soportes que mantienen unidos a los medios por los cuales podemos crecer o desarrollarnos.

1. El primero es la justicia de Cristo - Confiamos en la justicia de Cristo para nuestra
salvación, no en algo que hacemos por nosotros mismos. Esto es fe. Cuando confiamos en, o dependemos de Cristo como nuestro Salvador, Dios nos justifica declarándonos justos sobre la base de que Él ha cargado nuestros pecados a Cristo, y ha acreditado su justicia a nosotros. No es solamente un evento del pasado, sino una realidad presente.

2. El segundo es el poder de Cristo – nuestro poder para vivir la vida cristiana debe venir de Cristo. No tenemos la habilidad en nosotros mismos para crecer. Toda la habilidad o capacidad viene de Él. Somos nuevas criaturas en Cristo, pero el poder aún está fuera de nosotros. Reside en Cristo, y es aplicado a nuestros corazones por el Espíritu Santo a medida que dependemos de Él.

Dependencia es el elemento común en ambos soportes. Debemos buscar fuera de nosotros mismos el poder que se requiere para crecer espiritualmente. Esto es lo que significa vivir por gracia.

Capítulo 2 – compelidos por Amor.

• Nada hará que Dios te ame más o te ame menos. Él te ama estrictamente por su gracia dada a ti a través de Jesucristo.
• La gracia de la salvación es la misma gracia por la cual vivimos la vida cristiana. No somos salvados por gracia y luego bendecidos por obras. 
. En vez añadir obras a la gracia, estamos tan sobrecogidos por la magnificencia e ilimitada generosidad de la gracia de Dios que respondemos  por gratitud más que por un sentido de deber.
• El crecimiento cristiano no es un asunto de “deberes u obligaciones” – somos libres de tener que ganarnos las bendiciones de Dios debido a nuestra obediencia o práctica de las disciplinas  espirituales.

¡Por qué es cierto todo esto? Porque Dios está más interesado con nuestra motivación para el compromiso, disciplina y obediencia que en nuestro desempeño o ejecución. Such a God-ward motivation no es meramente una inclinación o sentimiento. No tenemos que esperar a “que sintamos ganas o nos nazca” para tener  un tiempo quieto con Dios, o para ser obedientes a los mandatos de Dios. Los motivos son la razón para que hagamos algo, no las emociones.

El amor de Cristo domina nuestras vidas. Sabemos que él murió por todos y que, por lo tanto, todos hemos muerto. Así que, si Cristo murió por nosotros, ya no debemos vivir más para nosotros mismos, sino para Cristo, que murió y resucitó para darnos vida. (2 Corintios 5:14-15 TLA).

Debemos permitir que su voluntad gobierne nuestras vidas, y que su gloria sea la meta por la cual vivimos. Esto es todo de lo que se trata el desarrollo espiritual. A medida que Pablo reflexionaba en este infinito amor manifestado en la muerte de  Cristo, él fue compelido a vivir para aquél que murió por él y también resucitó.

Reconozco que tengo una naturaleza pecaminosa malvada como el que más, y aparte de la influencia del Espíritu Santo en mi vida, soy completamente capaz de caer en pecados tan groseros de inmoralidad, embriaguez, robo, y parecidos. Pero esos no son los pecados con los que batallamos en este tiempo. Más bien, batallamos con lo que llaman "pecados respetables o refinados": egoísmo, orgullo, impaciencia, una actitud crítica, un espíritu de juicio... Son pecados que, si no fuera por la muerte propiciatoria de Cristo por nosotros, nos enviarían al infierno eterno... Yo fui compelido por su amor para buscar alejarme de esos pecados...por su Espíritu.”

Reverencia hacia Dios – no es solamente por gratitud que buscamos crecer en obediencia, sino debido a la reverencia que Dios merece de nuestra parte. [Cuando verdaderamente conocemos que somos hijos de Dios, y sus embajadores en este mundo, escogemos comportarnos de una manera acorde a ello. Nuestra identidad en Cristo nos compele. El latido de nuestro corazón, una vez que hemos reconocido quiénes somos en Cristo, es traer gloria y honor a Dios.] 

José es un buen ejemplo de esto. No pecó con la esposa de Potifar: “¿Cómo entonces podría yo hacer semejante malvada acción y pecar contra Dios?” Él reverenció tanto a Dios como para hacer eso. Pablo nos dice: "Así pues, queridos hermanos, éstas son las promesas que tenemos. Por eso debemos mantenernos limpios de todo lo que pueda mancharnos, tanto en el cuerpo como en el espíritu; y en el temor de Dios procuremos alcanzar una completa santidad". (2 Corintios 7:1 DHH). 

Reverencia es reconocer  “dignidad intrínseca de Dios, la infinita majestad de su ser, y la infinita perfección de su carácter. Debido a quién es Él y lo que es, Dios es infinitamente digno de mi más diligente y amorosa obediencia, aun si yo nunca recibiera una simple bendición de Él.” [Pero de hecho, sí somos bendecidos, lo cual debería doblar nuestras rodillas perplejos, maravillados, y sorprendidos de la gracia de Dios.]

Crecer en gracia: crecer continuamente en nuestro entendimiento de la gracia de Dios; llegar a ser progresivamente más consciente de nuestra propia bancarrota espiritual y del inmerecido e imposible de ganar favor de Dios. ¡Gran definición!