4 COSAS QUE TODO PREDICADOR DEBERÍA OLVIDAR CADA DOMINGO POR LA MAÑANA
Leslie Holmes
- Traducido por Floriano Ramos Esponda
Cuando se llega el momento de pararnos y predicar, necesitamos dejar algunas cosas detrás de nosotros.
He estado reflexionando sobre un gran momento en la vida de José. Fue justo después del nacimiento de su hijo Manasés, que él explica por qué lo nombró así: "Y llamó José el nombre de su primogénito Manasés; porque Dios (dijo) me hizo olvidar de todo mi trabajo, y de toda la casa de mi padre. (Génesis 41:51 JBS). ¡Oh, bendita capacidad de olvidar!
Dios da a cada uno de nosotros una memoria con dos funciones primarias. Primero, la habilidad de recordar las cosas que necesitamos saber. Usamos nuestra memoria para tratar de recordar el flujo de las notas o manuscrito de nuestro sermón cada vez que predicamos. Pero también para recordarnos que es domingo por la mañana y que debemos ir a reunirnos con la iglesia y exponerles la Palabra de Dios.
La otra función de la memoria es justo lo opuesto: Usamos nuestra memoria para olvidar algunas cosas.
Con el paso de los años debemos llegar a ser muy buenos olvidadores. De lo contrario iremos añadiendo cada vez más carga a nuestra vida conforme pase el tiempo. De hecho, deberíamos llegar a ser perfectos olvidadores. Cuando José nombró Manasés a su primogénito, es porque Dios le había ayudado a olvidar toda la carga, el trabajo y los malos sentimientos y actitudes de su misma familia. Es como si José estuviera diciendo: "Soy un perfecto olvidador porque he decidido no permitir que algunas malas memorias lleguen a ser una carga para mí". La palabra hebrea kineshni también podría ser traducida "inconsciente de" o "sin pensar en".
Hay algunas cosas en los bancos de nuestra memoria que nosotros mejor deberíamos soltar o dejarlas ir, especialmente porque como predicadores y pastores se nos ha llamado a tener el rol de ser modelos de las demás personas. ¿Qué cosas deberíamos pedir a Dios que nos ayude a remover de nuestras memorias? Reflexionando en mis 40 años de ministerio pastoral, puedo pensar por lo menos en cuatro, una o más de las cuales podrían sorprenderte:
¡OLVIDA TUS PECADOS!
"Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad" (1 Juan 1:9). Cada vez que leo este versículo, viene a mi mente una conversación que tuve con Valeria*. Ella, quien había comprometido su vida a Cristo siendo una adolescente, estaba acercándose a la media vida. Por más de dos décadas, ella había estado llevando la carga de un desliz inmoral momentáneo en un viaje de graduación de la preparatoria. Cuando le compartí estas palabras inspiradas del apóstol Juan, ella dijo, "He leído esto cientos de veces, sólo que no puedo perdonarme a mí misma." La recuerdo porque efectivamente Dios ya la había perdonado, pero ella se había puesto un estándar de perdón más alto que Dios mismo. Todos somos pecadores, y necesitamos confesar nuestros pecados; y luego, habiendo recibido el perdón de Dios, perdonarnos nosotros mismos.
¡OLVIDA LAS CRÍTICAS!
Como predicadores, seremos el blanco de muchas críticas no importa lo que hagamos o hayamos hecho. C.S. Lewis en "Cartas del diablo a su sobrino" instruye a Orugario para que se convierta en un "buscador y hallador de fallas en la iglesia". Ésta ha sido una buena estrategia de Satanás—una que aún sigue usando. Ataques perversos, viles, feos, celosos y envidiosos son parte y parcela en la vida de los ministros. Dichos ataques hieren, lastiman, pero debemos practicar el olvidarlos. Si no lo hacemos, nos encontraremos a nosotros mismos ministrando a la defensiva, ¡y eso nunca funciona! Al olvidarlos intencionalmente, podemos demostrar el amor y la misericordia de aquel que nos llamó a predicar y quien dijo, "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lucas 23:34). Perdona a tus críticos, olvida la dureza de lo que hayan dicho o hecho, y sigue adelante. ¡Oh, bendita capacidad de olvidar!
¡OLVIDA TUS PROPIAS BOBERÍAS O BABOSADAS!
¡Dado el número de veces que hablamos y actuamos en público, no debería sorprendernos que lleguemos a decir o hacer estupideces o cosas tontas! Cada vez que suceda esto, discúlpate rápidamente y pide perdón. Luego, muévete hacia delante. Perdónate a ti mismo. Imagina qué terrible diferencia habría sido si Pablo hubiese continuado peleando emocionalmente consigo mismo por todas las cosas que hizo antes de encontrarse con el Cristo resucitado en el camino a Damasco. En vez de eso, él escogió valorar esas cosas como basura y pérdida (ver Fil. 3:8). Aprende tu lección; luego, intencionalmente olvida lo que hiciste y permite que la paz única del evangelio reine en tu corazón.
¡OLVIDA TUS ÉXITOS!
A todos nos gusta el reconocimiento y los elogios. Sin embargo, cuando descansamos en logros pasados, llegamos a ser auto-centrados, y todo nuestro futuro parece como si hubiese sucedido ayer. Mira aquellos grandes momentos como escalones para alcanzar nuevos éxitos que Dos ha planeado para tu futuro. Agradece a Dios por lo que hizo a través de ti, y pon tu pequeña mano en su poderosa mano y así estar listo para lo que tenga preparado para ti. Pablo, recordando sus éxitos, dijo, "Una cosa hago: olvido ciertamente lo que queda atrás y me extiendo a lo que está por delante, prosigo hacia la meta por el precio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús" (Fil. 3:13-14).
Mantén tu mente enfocada en "lo que es cierto, noble, recto, puro, amable y admirable—si algo es excelente o digno de alabanza —en esas cosas debes pensar" (Fil. 4:8).
*El nombre verdadero ha sido cambiado.
El Dr. Leslie Holmes es profesor de ministerio y predicación en el Seminario Teológico Erskine en Columbia y Due West, SC. Un ministro presbiteriano, él fue recientemente el pastor principal de la Iglesia Presbiteriana Reid Memorial en Augusta, GA.
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