domingo, 11 de enero de 2015

EL SEÑOR ES NUESTRA FUERZA

El cristianismo no es un plan de doce pasos para mejorar la vida y despojarse de los vicios. El cristianismo es una vida de dependencia sobre la gracia de Dios. El cristiano debe hacer morir el pecado por el Espíritu, no por su voluntad. Cuando nosotros resistimos el pecado en nuestras fuerzas, podemos llegar a ser jactanciosos e independientes, pero Dios quiere que vivamos dependiendo de la fuerza de Él.

Salmo 73.25–26
25 ¿A quién tengo en el cielo? 
¡A nadie más que a ti! 
Contigo a mi lado, 
nada me falta en este mundo. 
26 Ya casi no tengo fuerzas, 
pero a ti siempre te tendré; 
¡mi única fuerza eres tú! 

Este mismo tema se aplica al servicio. Dios no se contenta meramente con el hecho de que le sirvamos, sino también con la fuente de nuestro servicio. Si las raíces de nuestro servicio brotan de nuestros propios talentos, podemos asegurarnos de que Dios no será honrado por nuestro ministerio. 1 Pedro 4:11 dice: "Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén".

Pero como las chispas se levantan para volar por el aire, así el hombre nace para la aflicción (Job 5:7).

La vida cristiana es una guerra, una guerra contra el error que Satanás ha infiltrado en la humanidad, una guerra contra la depravación de nuestros propios corazones idólatras, una guerra contra la pereza espiritual y la carnalidad, y una guerra contra el mundo que se opone a todo lo que valora Dios.

Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios (Hechos 14:22b).

Comprendo como nunca la seriedad de la vida. Casi no hay un día en que no vivamos conscientes del dolor en las vidas de los que nos rodean. El autor de Eclesiastés nos advirtió de los “días malos.” Y para eso, él nos llama a prepararnos para estos días difíciles y malos a través del desarrollo de una relación personal con el Dios de la Biblia antes de que vengan las tragedias de esta vida terrenal. Él dijo que debemos acordarnos de nuestro Creador en los días lindos de nuestra juventud a fin de estar preparados a encarar las dificultades que todos los hombres enfrentan en uno u otro momento (Ecl. 12:1).

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